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De esta manera, el Karate como Arte Marcial, es una vía de auto conocimiento, disciplina, respeto hacia los demás y al mismo tiempo autoestima.
En una época en la que, a veces se buscan claves en las antiguas culturas orientales para sobrellevar mejor esta sociedad en la que vivimos, se entenderá mejor el significado del Karate. Con todos los valores de equilibrio y auto-conocimiento que esto implica.
Amistad, tolerancia y compañerismo
El karate es una actividad popular en todas las capas sociales. En los centros que se imparte conviven karatekas de diversos estratos sociales, culturas y sexos que se respetan entre ellos de igual a igual creando fuertes vínculos de amistad, lo cual es ejemplo de integración.
Las personas que lo practican son nobles, aprenden a ver la actividad no sólo como una competición, sino además como una práctica de la vida donde todos somos iguales y nos ayudamos a conseguir nuestras metas.
El karate proporciona equilibrio físico y mental. Es una buena terapia para controlar la agresividad, la violencia, la timidez y la frustración.
Al entrenar la coordinación de movimientos, la sincronización y los reflejos, permiten una importante mejora de las capacidades psico-motrices del individuo.
La práctica del karate implica el aprendizaje del control de la fuerza personal. Es una actividad que penaliza el contacto. La violencia no forma parte en su práctica. Ser conscientes de nuestra fuerza, así como conseguir su control, unido a la práctica de valores como el respeto a los demás, hacen al karate propicio en programas de reinserción social.
El karate proporciona afán de superacióón y respeto. Con la práctica del karate, nuestro espíritu se va fortaleciendo, preparando a las personas.
El Karate no es sólo una manera de estar en forma, es además un método de defensa personal, un modo de entender la vida… Un arte marcial que nunca deja de aprenderse.
Sobretodo en los países de Oriente, el Karate se considera una filosofía. En Occidente, sin embargo, se valora también como ejercicio físico completo con un componente importante de disciplina y respeto hacia los demás. Karate significa manos vac&iaacute;as y representa lucha sin armas. Con el se consigue un estado de forma óptimo a través de una buena dosis de capacidad aeróbica, velocidad y mucha coordinación.
Todos los músculos en movimientos
El Karate presume de ser una actividad completa en la que no existen zonas que participen más que otras y en la que se ejercitan todos los músculos y articulaciones del cuerpo. Todo ello se hace con golpes de puños, codos y piernas que no tienen por qué dirigirse a un contrario.
El combate no es el objeto único del Karate. Aunque muchos aficionados ansían la llegada de una competición para comprobar el resultado de su trabajo, no todo el mundo se decanta por el cuerpo a cuerpo. Algunos lo dejan para las clases, en las que el riesgo de hacerse daño es mínimo, o prefieren recrearse con los katas, que son combinaciones de posiciones defensivas y atacantes que se realizan sin tener un rival delante.
La figura del Maestro en Karate es fundamental ya que facilita el camino de la práctica al Karateka, sea cual sea su grado. El Maestro introduce técnicas y propicia su desarrollo al ritmo del que cada practicante es capaz y además vela por que la clase o el entrenamiento sean provechosos para el grupo respetando todas las normas que el Karate atesora como práctica ancestral.
El Karate enseña a convivir
En el Karate se impone, por tanto, una mentalidad defensiva más que atacante. Quizá es por el ambiente de respeto que se respira en los lugares en los que se practica. Todos los que acuden al “dojo” (lugar donde se aprende) saben que han de ser corteses con sus compañeros y, sobretodo, con el maestro. Esta disciplina inculca una humildad que le infunde su lado más pedagógico. Es una actividad en la que siempre hay algo por aprender.
Incluso los cinturones negros que cuentan con un buen número de danés – que definen su maestría- son conscientes de que cada día pueden perfeccionar sus movimientos y su entrenamiento. El negro no es, ni mucho menos, el final de un camino que empieza con el cinturón blanco y continúa por el amarillo, el naranja, el verde, el azul y el marrón.
Cuándo y cómo practicarlo
Entre dos o tres clases a la semana son suficientes para alcanzar todos los beneficios del karate. En ese tiempo es posible alcanzar un nivel de forma óptima, aprender sus técnicas y avanzar de nivel.
Para multiplicar las ventajas de esta actividad para jóvenes a nivel de Competición se puede alternar con actividades aeróbicas, como la carrera o la natación, para mejorar la resistencia, y con las anaeróbicas, como las pesas, para lograr mayor fuerza y potencia.
Salir a correr, montar en bici o hacer un trabajo de tonificación una vez por semana es un complemento para rendir sobre el tatami.
Como en la mayor parte de las artes marciales, a la persona que practica karate hay que mirarles el cinturón para adivinar su pericia. Quienes se inician en esta actividad reciben el cinturón blanco. Su dedicación, capacidad de aprendizaje y habilidad les lleva a conseguir el amarillo y de ahí al naranja, verde, azul, marrón y por último el cinturón negro.
Para pasar de cinturón es necesario pasar un pequeño control para demostrar al profesor que se conocen los movimientos y técnicas propias de cada nivel. El camino hacia el negro, que no tiene por qué ser el objetivo de los que se acercan a esta actividad, no es complicado, pero si que se dilata en el tiempo. Lograr esa preciada prenda puede costar años. Los karatekas aseguran que en esta disciplina nunca se deja de aprender. Ese es el motivo por el que a los cinturones negros se le van sumando danés hasta llegar al 10º.
Articulo extraído del libro:VIVIENDO EL KARATE EN LA COMUNIDAD DE MADRID.Publicación de la Federación Madrileña de Karate, patrocinada por la Dirección General de Deportes, Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid.
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