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Hay que reconocer la meritoria labor de muchos estudiosos de las artes marciales que bucean en la historia pudiendo citar de memoria toda la genealogía de cualquiera de sus ramas, anécdotas y curiosidades de cualquiera de sus kata. La cuestión es que eso les convierte en eruditos del Budo, pero no tanto en buenos practicantes, incluso Maestros. La historia es importante, la filosofía también, pero no menos que ello los conceptos prácticos que conlleva y, éstos, solo se aprenden con la experiencia propia.
Hay muchas clases de profesores-maestros de Budo, no solo buenos o malos , los hay que convierten a sus alumnos en discípulos donde el «maestro» se convierte en «poseedor de la Verdad Absoluta» y, por tanto, es infalible, sus frases, ideas y explicaciones (cuando las hay) no pueden ser cuestionadas.
No es el problema el profesor, sino el alumno.
Los hay también que repiten hasta la saciedad las mismas rutinas, credos y frases que aprendieron de sus Maestros, imitándoles hasta en el modo de hablar. Suelen estar tan pagados de sí mismos que incluso llegan a convertirse en una mala réplica, llena de vanidad, de aquél que les enseñó. Transmiten únicamente una burda imitación que, aunque a veces tiene su gracia, no motiva el espíritu crítico de sus alumnos.
Por supuesto que son legión quienes investigaron por su cuenta, con su propio cuerpo y su experiencia cada técnica, analizaron y comprobaron en sus carnes las enseñanzas que les daban y hoy pueden explicarte la razón esencial de la utilidad del Seiken, o del momento exacto en que realizar un De-ashi Barai, lo explican y lo ejecutan sin ningún tipo de problemas y bajo las condiciones que sean.
El problema no es el enseñante, sino el propio alumno.
He aquí el problema de fondo.
Nadie se plantea nada, tan solo sigue las directrices que le marcan sin cuestionar ni una sola coma. Que no se me mal interprete, tampoco digo que deba hacerse todo lo contrario, sino experimentar por uno mismo. Buscar por uno mismo, tener personalidad propia y sacar las conclusiones que concuerden con los planteamientos iniciales.
En realidad es una responsabilidad compartida, alumos y profesores por igual, sin embargo, como ya apunté, muchos de estos profesores carecen incluso del nivel intelectual suficiente como para plantearse algo crítico e investigar en el sentido estricto de la frase, todo lo más a lo que se llega es a «inventar la rueda». No quisiera faltar el respeto a nadie, por tanto ni siquiera me permito generalizar, pero lo que sí creo es que esta actitud tan pasiva no hace bien a nadie, ni a profesores, ni a alumnos ni a las artes marciales en general.
Cada persona es un mundo, un universo, con sus propias ideas y limitaciones físicas y psicológicas y, aunque el objetivo final del Budo es romper esas limitaciones, cada quien debe «personalizar» el arte marcial que practica.
En realidad, en lo que consiste o debería consistir es, sencillamente, en sacar partido a nuestros supuestos «puntos débiles». Quien tiene miedo que sea rápido en sus movimientos de esquiva, quien sea lento que aprenda a economizar movimientos y a aplicar el kimé en el momento oportuno.
No hay Maestro que enseñe esto tan sencillo, tampoco se encuentra en ningún libro o vídeo de Youtube o DVD, todo está en el propio alumno y es a él a quien le corresponde la experiencia.
Si lees un libro de cocina, solo encontrarás la receta, cocinar y quede sabroso y al gusto de cada quien, depende solo de cada uno.
Autor: El cuervo (Karasu 烏) es Cayetano A. Sanchez.
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