名誉Meiyo – Honor

No necesitamos jueces, si actuamos correctamente. ¿Quién puede juzgar a alguien que actúa irreprochablemente? El Honor no es algo que se pase de moda, ni que los tiempos hayan alterado, se tiene o no se tiene, se gana o se pierde para siempre.
Porque el Honor es así, puedes llevar una vida entera sin mácula, pero con un solo error, por muy mínimo que sea, ese Honor se habrá esfumado para siempre y de forma irrecuperable, por eso no necesitamos jueces, sino que nosotros mismos somos quienes juzgamos nuestras acciones y no permisivamente, puesto que no podemos permitirnos el lujo de una sola mancha.
El camino es duro, arduo y hay que tener grandes dosis de coraje para poder empezar a caminar por él, son muchos, innumerables los que caen, los que sucumben ante las dificultades que entraña algo tan simple como mirarte en un espejo y ver en él a alguien que no se ha traicionado a sí mismo.
No se trata de convencer a los demás de que eres esto o aquello, ni siquiera de la bondad de tus actos, palabras o acciones, de la oportunidad o no de tus decisiones. Se trata de mirar con sinceridad (誠) absoluta dentro de tu corazón (alma o espíritu) y enfrentar con valentía y coraje (勇) aquello que veas, si has errado, reconoce que eres humano y acepta las críticas, las autocríticas, que son las más duras y repara esos errores con benevolencia (仁) y rectitud (義). Asume tu culpa, enfrenta tus miedos… Entonces sí te elevarás por encima del común de los mortales y tendrás Honor.
Mide la lealtad (忠) como la lealtad a tí mismo, a tus principios e ideas. Traicionar a otros puede tener perdón, pero si te traicionas a tí mismo… ¿Quien te perdonará? Podrás engañarte durante un tiempo, pensando que obras honorablemente de cara a los demás, pero sabrás que no es cierto y que nada ni nadie puede lavar esa mancha. Y, esa mancha, te convertirá en justo lo contrario de lo que quieres, o dices querer, ser.
Los hombres pasan, las ideas evolucionan. El bien y el mal son siempre relativos, según la cultura, época y lugar. Sin embargo, tú permaneces, a través de tus obras y acciones, a través de tus hijos si los tienes, a través de todo cuanto dejes en este mundo. Tú desaparecerás y nadie recordará tu nombre, sin embargo, todos recordarán a aquella persona que hizo todo lo que pudo, incluso más de lo que pudo por permanecer situado en el Honor. En el Honor, bien entendido.
Porque el verdadero Honor, no viene de los demás, no se certifica, ni siquiera se reconoce públicamente, no tiene recompensa alguna. El Honor está o no está en tí, en tu corazón. Si está, obrarás con Justicia y podrás sentir respeto (礼) por tí mismo y, con ello, mostrarlo hacia los demás.

El Honor nos hace respetables, a nuestros ojos y a los de los demás. Confiamos en quien tiene Honor y desconfiamos de quien demuestra no tenerlo. Se gana a pulso, pero es un trabajo que tienes que hacer tú mismo, un camino que tienes que recorrer tú solo, sin ayuda. No es ganarse el respeto, eso es fácil, se trata de vivir una vida plena, pero sin nada que te haga bajar la cabeza.
Tampoco se trata de orgullo o vanidad, sino de la certeza de que actúas como debe hacerse cuando debe hacerse. Habrá a quien le parezca mal, como habrá a quien le parezca bien, no existe una verdad absoluta… pero… ¿has obrado según tus principios, esos principios de justicia y honestidad? Entonces, no te importará lo que piensen otros, bien o mal, tu sabrás que tus acciones han sido correctas e irreprochables.
El Orgullo es lo contrario del Honor, la Vanidad lo contrario de la honestidad. Uno no vive para ser orgulloso, o al menos para alardear de nada, cuando lo haces, es que no tienes nada por lo que sentirte orgulloso.
No se vive para afuera (Otemae), se vive para adentro (Honne), puedes vivir de la manera más humilde y ser Honorable, puedes vivir alejado del mundo, pero nunca de tí mismo y, por ello, aún apartado de todo ser vivo, seguirás siendo Honorable… o no. Depende tan solo de ti.
El Código Bushido

Nociones sobre el código del Samurái
Seishin kai