¿ESTÁS SEGURO DE QUE SIN EL DOJO NO HAY KARATE?

El karate se practica en todas parte.

Hoy en día muchos practicantes están acostumbrados a pensar que el binomio Karate – dojo es un vínculo indisoluble.

El dojo es el lugar donde se practica el karate, y no permiten ninguna discusión sobre este punto. Ya sea en un dojo de estilo japonés o en el gimnasio de una escuela, es el único lugar para practicar.

Algunos, aún más rígidos en su razonamiento, ni siquiera contemplan la posibilidad de practicar en un gimnasio, olvidando que el kárate se extendió primero al público a través de la enseñanza en escuelas y clubes universitarios, y sólo mucho más tarde a través de cursos en dojos.

La realidad, sin embargo, es otra. Dojo, que significa sala de entrenamiento, es un concepto japonés, mientras que el kárate es un arte marcial okinawense que se originó en el Reino de Ryukyu (actual prefectura de Okinawa).

Sólo esto debería indicarnos que el karate se practicaba originalmente en otros lugares.

Donde fuera posible hacerlo lejos de miradas indiscretas, ya que la práctica aún no era pública, y los únicos que la practicaban eran los nobles.

Olvida las leyendas sobre los campesinos de Okinawa. Un campesino no tenía la energía, el tiempo o incluso la oportunidad de aprender karate después del trabajo.

Pero volvamos a los lugares de práctica. Las familias nobles, y por supuesto la familia real, podían permitirse invitar a los grandes maestros a sus residencias para que entrenaran a sus primogénitos en las artes marciales.

De hecho, el estudio de las artes marciales formaba parte de la formación de los futuros jefes de familia, ¡un elemento que encontramos en muchas culturas desde la antigüedad!

Sin embargo, incluso la nobleza menor tenía acceso a los entrenamientos, que tenían lugar en los jardines de los shuri (por ejemplo, cerca del goten de Ochaya), en las tumbas familiares de los maestros , en los patios de las casas de los maestros o en los parques.

Por lo tanto, el entrenamiento se llevó a cabo al aire libre, ¡de día y de noche!

Hombres como Matsumura, Matsumora, Asato, Itosu, Motobu, Chibana, Funakoshi, Kyan, etc., fueron entrenados de esta manera.

No hay salas de entrenamiento, tatamis, vestuarios ni todas las comodidades de un dojo.

Con la anexión del Reino de Ryukyu al Imperio Japonés, las cosas empezaron a cambiar y, poco a poco, el kárate se abrió al público y se enseñó extraoficialmente en las escuelas.

Gracias a los esfuerzos de Itosu sensei, la práctica del kárate en las escuelas pasó a ser reconocida oficialmente y comenzó a extenderse, también gracias a los esfuerzos de sus dos principales alumnos: Kentsu Yabu y Chomo Hanashiro.

El kárate comenzó a enseñarse en dojos poco antes de la llegada de los años 20, aunque no eran verdaderas salas de entrenamiento tal y como las entendemos hoy, sino patios privados, a veces de tierra batida y sin ningún tipo de suelo o protección. Los dojos de estilo japonés, aunque más pequeños que los del Japón «continental», sólo empezaron a utilizarse para enseñar kárate después de la Segunda Guerra Mundial.

¿Y dónde podemos entrenar karate hoy en día?

El entrenamiento de karate, filosofía aparte, ¿está por tanto ligado a la práctica en interior, en un dojo?

Como hemos visto, la respuesta es no.

¿Es realmente necesario tener un dojo para poder seguir las enseñanzas del propio maestro? Evidentemente, la respuesta es de nuevo no.

¡Todo lo que necesitas es la voluntad y el deseo!

Todo lo demás es cháchara y retórica, que si ya valía poco en tiempos normales, en la situación actual no vale nada.