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Nikkō es una población situada suficientemente cerca de Tōkyō como para convertirse en una excursión de un día habitual desde ella. Se trata de un lugar que ha sido considerado sagrado tanto por el budismo como por el sintoismo desde hace más de mil años, pero destaca especialmente por un de los complejos de templos más grande e importante de todo Japón. Pero de los templos ya hablaré otro día. Hoy quiero centrarme en la entrada a esta zona sagrada, en el puente Shinkyō, una estructura de madera que se erigió en 1636.
Su nombre significa literalmente “puente de los dioses”, y técnicamente pertenece al santuario Futarasan. Se considera que es uno de los tres puentes más elegantes de Japón, junto con los de Kintaikyō y Saruhashi. Futarasan es un santuario sintoísta en el que hay tres deidades: Ōkuninushi, Tagorihime, y Ajisukitakahikone. Este templo también forma parte del complejo de templos de Nikkō, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y en su interior se guardan dos espadas declaradas Tesoros Nacionales. El puente quedó registrado como Patrimonio de la Humanidad en 1999.
Con una longitud de 28 metros, 7.4 metros de anchura y situado a 10.6 metros por encima del río, el puente se construyó en 1636, aunque siempre ha habido alguna forma de cruzar el río por ese punto. De hecho, su origen está envuelto en la leyenda, ya que se dice que su construcción se debe a que, en el año 766, cuando el sacerdote Shōnin Shōdō tuvo la necesidad de cruzar el río, para poder rezar por la prosperidad del país en el montaña Nantai, se produjo un milagro. Dos serpientes se unieron para formar un puente por el que pudiera cruzar, y posteriormente desaparecieron. Es por esto que el puente también se le conoce como Yamasuge-no-Jabashi. Posteriormente, el año 767 el mismo sacerdote fundó el templo al que pertenece el templo, Futarasan, que es otro nombre con el que se conoce a la montaña Nantai.
Desde su construcción el puente ha estado reservado a generales y mensajeros de la coste imperial. La gente normal debía utilizar una pasarela cercana. Hasta 1973 el puente tan solo se podía ver, pero no cruzar, hasta que después de una extensa remodelación entre finales de los 90 y principios de los 2000, se permitió cruzarlo y observar los detalles de su construcción pagando una entrada (pero no se puede cruzar el río, pues se debe salir por el mismo punto en que se ha entrado). Es un puente lacado de color bermellón, con una barandilla sostenida por diez pilares, que están decorados en su parte superior por una bola de lacado negro. Delante del puente hay una piedra con la palabra Gejo, implicando que se deben desmontar las caballerías pues se está entrando en un área sagrada.
Cruzar el puente es posible que sea de interés para alguien, pero lo que es realmente magnífico es admirar su belleza y majestuosidad en duro contraste con el agreste entorno del río Daiya que cruza. Esta vista se puede disfrutar perfectamente desde el puente por el que cruza la carretera, sin necesidad de pagar ninguna entrada (que suficientes deberemos abonar para ver todo el complejo de templos).
Fuente: Del Portal Viajando por Japón
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