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Imaginemos una mesa clásica de cuatro patas. Cada una de ellas representará las cuatro facetas a tener en cuenta de un deportista. La técnica, el físico, la táctica y el plano psicológico. Si las cuatro no están bien colocadas, o una de ellas es más débil que las demás, la mesa es posible que resista de pie sin peso, pero… ¿Qué ocurriría si comenzamos a colocar objetos pesados sobre esa mesa, dificultades durante la competición, presión del entorno del deportista, exigencias del entrenador…? Es muy probable que la mesa acabe cediendo por su lado más débil.
Tenemos multitud de ejemplos de competiciones en los que la mesa ha caído por el plano psicológico. Entonces, ¿por qué no lo entrenamos? Hasta hace relativamente poco la psicología del deportista había sido un aspecto que se consideraba que “venía de fábrica” aunque en los últimos tiempos esta concepción está cambiando, viéndose ahora como un aspecto potenciable e importante en la búsqueda del rendimiento óptimo de un deportista.
Las razones del retraso a la hora de incluir un trabajo planificado son diversas, y van desde la falta de información acerca de las posibilidades reales del trabajo psicológico en deportistas hasta ciertas reticencias basadas en estereotipos -“al psicólogo van los locos”-. En este punto me gustaría aclarar que la psicología deportiva no está orientada al tratamiento de “problemas psicológicos” (psicopatologías), dicho objetivo estaría más en consonancia con la psicología clínica. Los psicólogos deportivos normalmente trabajan con gente “mentalmente sana”, muchos de ellos incluso excepcionales en algunos aspectos como la atención y concentración o el control emocional.
¿Cómo trabaja un psicólogo deportivo?
En este sentido habría que aclarar que el psicólogo puede empezar a trabajar en base a dos circunstancias.
La primera estaría relacionada con un trabajo de prevención, formación y potenciación. En este caso no se habrían manifestado “problemas” antes de la intervención psicológica. En esta vía sería importante la labor de enseñanza de habilidades psicológicas básicas a los deportistas, entrenadores y entorno, intentando dotar de herramientas que prevengan futuras dificultades o que potencien el rendimiento ya existente. Entre las habilidades podemos destacar el control de activación, aprender a establecer objetivos y dominar de la atención y la concentración entre otras. Suele ser un trabajo a petición del entrenador o de organizaciones que se preocupan por un correcto desarrollo psicológico de sus deportistas a largo plazo.
La segunda circunstancia en la que puede empezar a trabajar el psicólogo deportivo está determinada por la aparición de una dificultad de corte psicológico en el deportista o su entorno, el entrenador o la organización señalan problemas y en este caso el psicólogo actuaria como “apagafuegos”, comenzando el trabajo por la necesidad previamente detectada. Son comunes las consultas por falta de motivación, porque el deportista se desconcentra fácilmente, por problemas en el equipo o por dificultades para controlar los nervios.
En ambas circunstancias el trabajo psicológico puede darse desde las edades más tempranas de formación de un deportista hasta el alto rendimiento.
En cuanto al papel del psicólogo deportivo dentro del equipo de trabajo del entrenador se asemeja a la labor realizada por el preparador físico, de hecho, un especialista en la preparación física es una figura que hasta hace unos años tampoco se veía como algo imprescindible y que hoy en día se considera fundamental en cualquier disciplina deportiva si queremos lograr el máximo rendimiento de un deportista. El trabajo multidisciplinar es una característica cada vez más común en los equipos de éxito
El psicólogo no está por encima del entrenador, ni debe actuar de forma aislada sino que debe integrarse en el grupo de trabajo liderado por el entrenador.
Las sesiones de trabajo psicológico se desarrollan tanto a nivel teórico como práctico, es decir, hay que enseñar algún concepto teórico porque es necesario que el deportista adquiera y tome conciencia de aspectos psicológicos que influyen en el rendimiento y posteriormente entrenarlo, trabajarlo y desarrollarlo de forma práctica como si de una habilidad motora se tratase. Las habilidades psicológicas básicas no son una varita mágica, no existen consejos de película que de repente doten al deportista de una confianza y concentración máximas sino que son habilidades que se deben enseñar y fundamentalmente entrenar. Por ejemplo, si no trabajo las técnicas de respiración no sabré controlar mi nivel de activación antes de una cita deportiva exigente ya que dichas técnicas implican el uso del diafragma, y como cualquier musculo, cuanto más ejercitado mejor funciona. Al igual que el trabajo físico;
– 1º el trabajo psicológico deportivo requiere personalización y adaptación y seguir principios del entrenamiento como el de individualización, adaptación y variación.
2º Requiere entrenamiento y repetición para adquirirse y automatizarse.
Fuente: Disfruta tu deporte
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