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Creo que hay algo de verdad en la idea de que cada vez que se gana algo, también se pierde algo. Ciertamente, en su transformación de arte marcial de provincia practicado por relativamente pocas personas en una isla diminuta en el Mar de China Oriental, a industria global con una estimación de 50 millones de seguidores, el Karate ha ganado muchas cosas… ¿Pero han valido la pena las pérdidas?
Mientras los hombres de negocios que hacen presión para convertir el Karate en deporte olímpico se reagrupan tras su reciente intento fallido, y se preparan una vez más para completar su ocupación sobre patrimonio cultural de Okinawa; se ha formado otro grupo diferente, que incluye okinawenses, con el objetivo de establecer la “marca” okinawense del Karate; y con ella, otra forma de reclamar derechos de propiedad sobre algo que es fundamentalmente intangible.
Exactamente igual que China ha convertido el Templo Shaolin en una empresa de millones de dólares; y Corea del Sur ha hecho del Kukkiwon poco más que un banco para manejar las grandes cantidades de dinero que fluyen hasta Seúl, parece que Okinawa podría estar siguiendo un camino similar, moviéndose para establecerse como la “propietaria” del Karate.
Pero no se puede poseer lo que vive en el corazón de otro, ni reclamar aquello que tú mismo no te has esforzado por entender. El Karatedo, la vía del Karate, no es algo que aprendes, es algo que llegas a descubrir.
Fuente:
“Karate’s loss…?”
Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Michael Clarke]
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