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Cuando los instructores de Karate se juntan para formar asociaciones, inevitablemente pierden de vista el motivo por el cual se unieron en un primer momento; y pronto, empiezan a invertir sus energías, no en conservar o proteger el Karate que practican, sino en hacer crecer los números. Sin embargo, uno de los primeros obstáculos a superar en el proceso es la calidad.
Es extraño, pero la verdad es que, si las organizaciones de Karate insistieran en la calidad por encima de la cantidad, como a tantos les gusta imaginar que es así, hoy habría muchos menos karatekas en el mundo, y de todos ellos, muchos menos llevarían cinturones negros, alardearían de alto grado, y utilizarían títulos pretensiosos con poco o ningún significado.
A las organizaciones de Karate les gusta creer que son las propietarias del Karate, o por lo menos las arrendatarias. Se anuncian incesantemente en busca de nuevos miembros, y cuando te captan, no pierden tiempo en prepararte para la dependencia. Ellas, y sólo ellas, te dirán en qué lugar estás, cuándo has progresado, y cuándo no. Como miembro, tu papel es seguir, hacer lo que se te dice, y aceptar la sabiduría de aquellos que te preceden… Lo cual sería mucho más aceptable si tus instructores no te exigieran más a ti de lo que nunca se exigieron a sí mismos.
En muchos grupos de Karate de hoy, nadie suspende nunca un examen de grado… Y por qué habrían de hacerlo… Admitámoslo, uno no tendría una gran organización de Karate si sólo tuviera un par de yudansha y un puñado de grados kyu; de ahí la necesidad de hacer crecer los números incluso cuando los niveles de habilidad no se corresponden con los grados concedidos. En realidad, los exámenes formales de grado tienen poco significado si el resultado está predeterminado o no se corresponde con la habilidad demostrada por el candidato… Pero eso no detiene a algunos grupos.
Fuente:
“Making Progress…..?”
Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Michael Clarke]
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