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Puede parecer que las demandas atencionales que plantea el kumite resultan más complejas que las de los katas. Esto puede resultar engañoso, pues habría que tener en cuenta otros factores asociados al contexto competitivo, como son:
El aumento del nivel de ansiedad que provoca salir a hacer una rutina individual, siendo por un rato el centro de todas las miradas –cosa que no ocurre en kumite, donde la responsabilidad de la actuación es compartida.
El grado de precisión técnica que requiere la especialidad de kata, donde cada fallo se hace muy patente –en combate, una técnica defectuosa puede no provocar punto a favor, pero,salvo que el rival lo aproveche, tampoco es motivo de penalización.
Los estímulos externos, el ruido, y los elementos distractores, siguen estando ahí, y desde la experiencia se puede afirmar que estos distractores ambientales tienen más poder en kata que en kumite, donde el estímulo a captar es mucho más obvio –el rival-. Así pues, más que hablar de una mayor demanda atencional por parte del kumite, habría que aludir a las diferencias, notables como se ha visto, entre ambas especialidades.
Autor: Gaspar J. Barrón
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