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La celebración de las olimpiadas era un evento majestuoso que permitía la tregua entre los soldados combatientes. Luego de haber concluido los juegos masculinos, para el mes de septiembre se celebraba un concurso deportivo en Argos en honor a la diosa Hera con la participación solo de mujeres, los Juegos Hereos.
La participación de la mujer en los Antiguos Juegos Olímpicos de Grecia era vedada y exclusivos para los hombres ciudadanos. Esta norma fue violentada por Ferenice de Rodas en el año 396 a.c., hija de Diágoras (campeón del Pancratium (lucha)), al vestirse de hombre para darle instrucciones a Pisíropodos
su hijo luchador desde el borde de la palestra. Ferenice observó a su hijo ganar y se precipitó en abrazarle, causando que su túnica se abriese y mostrar su cuerpo. Otras fuentes narran esta misma historia pero le otorgan el evento a Kallipateria, hermana de Ferenice.
A pesar que las mujeres no podían participar en las pruebas de los Juegos Panhelénicos, hubo una mujer vencedora olímpica. Resulta que existía un evento de carrozas tiradas por caballos, el cual el premio era concedido al dueño del caballo y no al jinete o competidor. La princesa Kyniska de Esparta era propietaria de caballos y ganaron la carrera de cuadrigas para convertirse en la primera mujer vencedora de una prueba de los Juegos de la Antigua Grecia.
La Era Moderna de la Olimpiadas iniciada por el Barón de Coubertin tampoco contaban con la participación de la mujer. Los primeros juegos modernos de Atenas 1896 no hubo participación femenina. La primera participación olímpica ocurre en París 1900 en los deportes de golf y tenis. Algunas de las competidoras al inicio del siglo XIX participaron en equipos con varones, otras fueron incluidas en deportes de exhibición y en eventos especiales. Estas primeras experiencias inclusivas tuvo croquet, ecuestre, golf, tenis y yatismo. Su incio contó con una participación simbólica para la mujer que fue fortaleciéndose con los años, obligando al Comité Olímpico Internacional (COI) a revisar su postura. La primera mujer en ser reconocida como campeona olímpica fue la tenista británica Charlotte Cooper. Otra medallista durante los Juegos de París 1900 fue la golfista estadounidense Margaret Ives Abbott el cual muere en la década de los cincuenta sin saber que ella fue la primera medallista en golf y la primera medallista Olímpica de los Estados Unidos de América. Ella pensó que había participado en un encuentro de golf amistoso.
Debido a la falta de participación y las visiones mítica hacia el deporte femenino, hubo que buscar otras formas de exponer al mundo los haberes y avances deportivos. Los grupos feministas habían logrado formar un movimiento deportivo independiente (compitiendo en una juegos deportivos segregadas) y se habían desafiliado de la Federación Internacional de Atletismo para establecer su propio organismo. Estos dos eventos provocan la inclusión de la mujer en algunos eventos olímpicos de verano e invierno. Los cambios al movimiento olímpico son irreversibles, la mujer inicia su peregrinar hacia el ideal olímpico. La inclusión de la mujer en el deporte olímpico de verano e invierno no ha detenido su marcha y continúa su marcha de manera lenta y escabrosa. Todavía falta mucho trabajo por hacer. Un ejemplo de la laxitud de los procesos para el desarrollo deportivo de la mujer es que tomó más de un siglo (en Londres, 2012) desde que ellas fueron incluidas en la agenda olímpica en que todas las delegaciones nacionales tuvieran representación femenina.
La inclusión de la mujer en el deporte olímpico de verano e invierno moderno
Otro aspecto atendido forzosamente por el COI fue la participación de la mujer en los asuntos ejecutivos del movimiento
olímpico. Tras una presencia femenina de más de ochenta años en el panorama olímpico, la mujer aún no tenía voto en los asuntos olímpicos. Esta situación fue atendida bajo la presidencia de Juan Antonio Samaranch el cual transforma al movimiento olímpico con nuevas perspectiva y reglamentaciones que culminan en la inclusión de la mujer dentro de las estructuras políticas del COI. Las primeras dos mujeres en ser admitidas al COI fueron Flor Isava Foncesa (Venezuela) y Pirjo Haeggman (Finlandia) en el año 1981.
Casi una década después de este evento Flor Isava es la primera mujer electa a la Junta Ejecutiva en el año 1990, abriéndole paso a una nueva generación de féminas olímpicas. Durante la celebración del los 90 años de Flor Isava se leyó una misiva fechada el 20 de mayo de 2011, donde Francoise Zweilfel, secretaria ejecutiva del COI escribe.; “Usted supo jugar un rol relevante en este mundo de hombre que era y es el Movimiento Olímpico”. El deporte femenino tiene que rendirle homenaje a Juan Antonio Samaranch por haber sido el visionario que abrió la puerta hacia el acceso total a la mujer olímpica y a Flor Isava Foncesa por haber realizado una labor ejemplar en el COI, dejando la puerta abierta para la creación de un olimpismo equitativo.
Autor y fuente original:Dr. Miguel Á. Albarrán
Nominado Periodista Deportivo Internet del Año – Región Metro –
Asociación de Periodistas Deportivos de Puerto Rico, Premios 2016
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