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Un hombre que estuvo al frente del desarrollo del Karate fue Chojun Miyagi, nacido en el distrito Higashi-machi de Okinawa el 25 de abril de 1888. Su padre, Chosho, era el tercer hijo de un rico comerciante de barco. De acuerdo a la costumbre de la época, el hijo mayor, el tío de Chojun, Chohatsu, estaba destinado a asumir el papel de cabeza del negocio familiar; sin embargo, cuando Chohatsu murió prematuramente sin dejar un hijo propio, se tomó la decisión de convertir a Chojun, de entonces cinco años de edad, en heredero. Desde entonces, Chojun fue llevado a vivir con la viuda de Chohatsu, quien lo crió como a un hijo propio. Estos eventos en la vida temprana de Chojun Miyagi son importantes para el desarrollo del Karate por una serie de razones: su riqueza personal permitió que el joven Miyagi tuviese tiempo para desarrollar su interés en las artes marciales, y posteriormente, perseguir ese interés más allá de los límites impuestos por la necesidad de tener que mantener un empleo. Su riqueza también le permitió preocuparse de su sensei, Kanryo Higaonna, cuando este último se hizo mayor y fue incapaz de mantenerse económicamente. Tras la muerte de su profesor, Miyagi viajó al exterior varias veces a China y Japón; e incluso pasó varios meses en las Islas Hawaianas durante los primeros años de la década de los años 1930s. Fue capaz de dedicar toda su vida adulta a investigar y enseñar Karate.
Crecimiento del Karate
Los años de la guerra afectaron mucho a la gente de Okinawa. Los okinawenses, que habían vivido en paz y armonía con sus vecinos durante siglos, pagaron el precio más alto por una guerra en cuyo comienzo tuvieron poco que ver. La batalla por Okinawa empezó el 1 de abril de 1945, y duró tres meses. Durante ese tiempo los japoneses enviaron unas 5.000 misiones de combate aéreo contra la flota aliada, siendo alrededor de 2.000 de ellas ataques kamikaze suicidas. Después de un incesante bombardeo de la isla desde mar y aire, empezó en serio la batalla terrestre. Resultó en 50.000 bajas americanas; las bajas japonesas y okinawenses fueron más de diez veces peores. Chojun Miyagi vivió todo eso, y la pérdida de varios de sus hijos además de muchos amigos cercanos le afectó profundamente; al igual que muchos okinawenses que sobrevivieron a la carnicería, nunca volvió a ser el mismo.
por Michael Clarke.
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