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Es de sobra conocido que la moderna psicología analiza e infiere cantidades ingentes de información tan solo observando la actitud y el lenguaje corporal. Es una ciencia y no se rige por instintos ni métodos esotéricos tipo telepatía o “lectura del pensamiento”. Ocurre que muchas cosas que, en otros tiempos, se relacionaban con ritos, principios y creencias religiosas o supersticiones, hoy son corroboradas por la Ciencia. Esto no quiere decir que todo cuanto pertenece al reino de la superstición y/o creencia religiosa vaya a ser un hecho científico en un futuro más o menos cercano.
Sencillamente habría que ponerse en la piel de un soldado, militar, guerrero de la época, frente a frente con un adversario en una situación que se resume en matar o morir, no hay medallas ni trofeos, solo la propia supervivencia.
Es demasiado obvio que, en tales circunstancias, los profesionales de la guerra agudizasen todos sus sentidos y escudriñaran hasta el más mínimo gesto que les permitiese, al menos, sobrevivir. De ese hecho vivencial nace el (en mi opinión, mal llamado) “espíritu del Budo”. Conceptos como “coraje”, “resistencia”, “intuición”, etc…, son potenciados y realizados por un sencillo “instinto de supervivencia”, hay que tener en cuenta que en la Edad Media, en todo el mundo, en las guerras no solo perdía el soldado, tambien sus familias y haciendas eran saqueadas y castigadas, masacradas. Por tanto no solo estaba en juego la propia vida sino también la de sus seres queridos y sus medios de subsistencia.
Por fortuna, aquellos tiempos quedaron muy atrás y hoy dia no se pone en juego más que alguna lesión de mayor o menor importancia, dolorosa si se quiere, pero, salvo algunos casos puntuales y puramente accidentales, nunca mortales, ni siquiera en las MMA.
La actitud en combate dice mucho, no solo muestra puntos débiles, también el miedo, la determinación, incluso la técnica. Pero también puede utilizarse como estrategia e intentar engañar al adversario fingiendo cansancio, por ejemplo. Pero hoy no trataré de tácticas, sino de técnicas.
Nos centraremos en el Kamae, la guardia.
Hay tantas formas de Kamae como estilos e interpretaciones de las artes de lucha y deportes de combate, todas igualmente efectivas según los principios que rigen ese estilo, escuela o especialización, pero siempre deben cumplir unas normas básicas y en ellas el lenguaje corporal juega un papel nada desdeñable.
Una actitud agresiva puede ser eficaz si logra transmitir miedo al adversario, esta se manifiesta no solo en la mirada. La cabeza se mantiene baja y hacia adelante, la postura más bien alta para facilitar movimientos rápidos y el cuerpo hacia adelante, los brazos más bien atrasados para lograr más recorrido y, con ello, potencia en el golpe.
Una actitud defensiva también resulta eficaz si se logra dar la sensación de impenetrabilidad. Se manifiesta con el peso del cuerpo hacia atrás y la guardia adelantada a fin de poder ejecutar movimientos defensivos más rápidos. Además de esto, se suele utilizar distancias más largas con el fin de poder “ver” los movimientos con suficiente antelación.
El cansancio y la falta de concentración se muestra con movimientos más lentos, especialmente de las piernas que sufren mayor cansancio, tambien con los brazos más relajados de lo normal y, por tanto más caídos, que no bajos (bajar la guardia puede ser una estratagema).
Estas son reglas generales, por supuesto, cada persona reacciona de manera diferente y solo la práctica, a través de la experiencia real (sea en dojo o en la calle), enseña las intrincadas claves del lenguaje corporal.
Sin embargo, la práctica del Budo, el principio básico del que parten todas las artes marciales, de lucha o de combate, es la seguridad.
El practicante de artes marciales, el Budoka, busca la seguridad en sí mismo (utilizando un lenguaje semi-místico, la seguridad interior) y, por tanto esa debe ser la actitud correcta.
En las batallas y duelos a muerte, no caben titubeos pues un movimiento en falso se convierte en letal, por tanto hay que estar muy seguro de sí mismo y de cada gesto antes de iniciar el combate. La actitud no revela miedo al resultado, sea adverso o no, tampoco agresividad, solo determinación y aceptación.
La guardia media o alta (según estilos) cubre la línea central del cuerpo, de modo que un simple movimiento de cadera logre desviar cualquier ataque. El cuerpo se mantiene equilibrado y relajado pero atento, los músculos a punto para reaccionar, movimientos medidos, no nerviosos o compulsivos. “Cara de póker” por utilizar un lenguaje llano y que se puede extrapolar y resumir en “cuerpo de póquer”.
Quien está seguro de sí mismo no tiene miedo ni manifiesta emoción alguna, solo espera el momento adecuado para obtener la victoria y, por tanto, se convierte en el adverario más peligroso.
La resistencia. Es un hecho físico que los combates son agotadores, la velocidad de los movimientos, la generación de potencia y/o encajar o esquivar los golpes del adversario hacen que el cuerpo consuma toda la energía disponible en forma de azucares y oxígeno (básicamente). Un buen entrenamiento y preparación física potencia tanto los niveles de resistencia como la velocidad de recuperación desarrollando un corazón capaz de bombear toda la sangre que se necesita en el momento requerido y dejar de hacerlo recuperando rápidamente las pulsaciones.
Sin embargo, no hay mucho que hacer frente al “agotamiento mental” que produce una excesiva concentración durante un periodo prolongado, se trata de un hecho fisiológico, el cerebro no puede mantener la situación de estrés durante mucho tiempo.
El hecho de que se piense en artes marciales como mero deporte ha producido que se preste más atención a la resistencia física (muscular) que a la mental (cerebral) cuando según los estándares de salud (principios refrendados por la Organización Mundial de la Salud) una y otra son vitales, me refiero a la salud y resitencia física y mental.
Igual que la preparación física logra unos mayores niveles de resistencia muscular, aprender a controlar el cerebro, dando las órdenes justas en el momento apropiado, manteniendose relajado y ahorrando así energía para ser utilizada únicamente en los momentos requeridos, hace que aumente no solo la resistencia física sino que la mente pueda procesar más datos durante más tiempo y, por tanto, reduce ese agotamiento mental.
Tan solo un último apunte: Piénsese en una de esas batallas medievales. Duraban horas sin descansos, se manejaban armas y armaduras pesadas y se combatian contra cientos, miles… y se sobrevivía.
Autor: El cuervo (Karasu 烏) es Cayetano A. Sanchez
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