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Si el samurai, en general, está sobremitificado, adornado con cierto tufillo a romanticismo y, por ende, a ignorancia sobre quienes fueron y qué representaron, la figura del Rônin lo es aún más.
Samurai
Un samurai, en principio, era un vasallo del Señor Feudal. Al igual que en occidente, los vasallos tenían diferentes estatus sociales: desde soldado hasta Consejero del Señor.
La sociedad japonesa fué una sociedad clasista, con un sistema de castas rígido que impedía incluso los matrimonios entre las diferentes clases sociales, claro que también hay que añadir que existía una fórmula legal, reglamentada, para saltarse esas limitaciones, la más simple y que suele ponerse de ejemplo es que una familia samurai (la casta más alta) adoptase un niño nacido en una familia de mercaderes (la casta más baja). A partir de ese momento, el niño (podía ser niña) tomaba el apellido adoptado y, por tanto, pasaba a ser de casta samurai. Siguiendo esa lógica, los padres naturales del niño no podrían ser de una casta inferior, por tanto, eran ascendidos, aunque también es cierto que no serían vistos de igual manera que un samurai “de pura cepa” hasta pasadas algunas generaciones.
Dentro de cualquier sistema de castas, el simple hecho de nacer en una familia daba los derechos y deberes de esa casta concreta, por tanto, para ser samurai de pleno derecho, solo bastaba con nacer en el seno de una familia con este título.
Samurai se traduce literalmente como “servidor”, en el contexto de vasallaje y su distinto principal era la katana, tan solo los miembros de esta casta podían llevarla y hacer uso de ella. Por tanto su principal cometido, su razón de ser, era servir a un Señor Feudal, el cual le asignaría una renta, casa, etc…
En su origen, todos los samurai estaban integrados en Clanes familiares que, a su vez, servían en un feudo o Casa. Sin embargo, las guerras entre señores feudales fueron constantes y, a menudo, significaban que el vencedor se quedase con, al menos, parte del territorio del perdedor incluídos los castillos y, con ellos, a los sirvientes (samurai) asignados a ese castillo, especialmente si no eran de un elevado rango, en este caso, al estar asignados a la Casa y no al castillo en concreto, tenían dos opciones: el conocido Harakiri antes de entregar el castillo, o bien, huir y refugiarse en el territorio de su Señor. Dependiendo de las circunstancias se optaba por una o por otra.
También podía suceder que, debido a la guerra, el vencedor decidiese disolver el ejército enemigo o, al menos parte de él, con el fin de debilitarlo y, con ello, evitar una posible rebelión. De igual modo ocurría que toda la familia y Clan del señor feudal derrotado fuese extinguida (ejecutada o muerta en batalla) con lo cual los samurai quedaban “liberados” de su juramento de lealtad.
Estos samurai “liberados”, eran conocidos como Rônin.
Los Rônin
Literalmente Rônin (浪人) significa “Hombre-Ola”, es decir que “viene y va”, errante, o en una traducción más moderna “un samurai en paro”.
En general, no eran muy bien vistos socialmente, puesto que ser Rônin implicaba no tener ninguna de las obligaciones del samurai, pero sí todos sus derechos.
En contra de las creencias populares, el Rônin, no fué un “caballero andante” dedicado a hacer el bien y luchar contra las injusticias imponiendo las normas dictadas por el código Bushido. No fueron pocos los que se dedicaron al pillaje y saqueo de pueblos de campesinos sin ninguna protección, la literatura y las leyendas son las culpables de la imagen romántica del Rônin en búsqueda constante de su perfeccionamiento.
Un samurai caído en desgracia, tenía pocas posibilidades de ser de nuevo “contratado” por un señor feudal, a no ser (claro está) que tuviese fama y renombre y aún así. Por tanto tenía diferentes opciones:
• Abrir una escuela pública de artes marciales si tenía conocimientos suficientes.
• Contratarse como “protector” de algún templo o aldea.
• Convertirse en monje
• Llevar una vida errante.
• Convertirse en campesino o artesano.
Las dos primeras dieron lugar a la creación de nuevos estilos de artes marciales, ya que el pueblo llano no necesitaba las artes de guerra en un sentido literal, son muchas y no es materia de este blog analizar las causas por las que entraban a formar parte de un Dojo, basta decir que algunas son demasiado obvias y van desde aprender a “ser un samurai” hasta la simple “defensa personal”. Pero conviene recordar que solo los samurai podían hacer uso de la katana.
Los monjes eran generalmente de creencias budistas, quizás de ahí provenga la relación artes marciales-budismo. Los templos mantenían una cierta independencia del señor feudal, puesto que estaban bajo las órdenes de su superior (Prior en occidente) y éste a su vez del Emperador, por lo que los monjes guerreros, en su época de máximo explendor, elegían el bando en el que luchar o bien se mantenían neutrales.
He afirmado antes que, quizás, haya sido la literatura quien creó la leyenda del Rónin y lo afirmo basándome en tres momentos y obras.
• La primera la figura de Miyamoto Musashi, el Rônin por excelencia. Su imbatibilidad ha hecho de él una leyenda, pero el hecho es que sirvió a las órdenes de diferentes ejércitos participando en grandes batallas de las que no siempre formó parte del clan vencedor, por ejemplo, su bando fué derrotado y los ejercitos diseminados en la más célebre: La Batalla de Sekigahara.
• La segunda es la célebre obra “Los 47 samurai”, en realidad Rônin, que encarnan el “espíritu samurai”, planificando y ejecutando la venganza de su señor. La historia se convirtió en una obra, muy apreciada, de teatro Kabuki con el nombre de “Chushingura”.
• La tercera es la espectacular película “Los 7 samurai”, igualmente son Rônin los que protagonizan la épica historia de proteger una aldea de los bandidos que la saquean regularmente.
Recordemos que la única diferencia entre Samurai y Rônin es el hecho de servir a un señor feudal o no.
¿Rônin modernos?
En principio y en sentido estricto no pueden existir Rônin, puesto que, para poder serlo, se requiere haber nacido en la casta samurai. Sin embargo y aunque no soy excesivamente partidario de hacerlo, si establecemos la correlación entre samurai y budoka, deberemos establecer la misma relación entre el Clan y la Escuela de Budo. Dicho de otra manera, aceptando que un budoka es una especie de moderno samurai, si el samurai debe obligariamente pertenecer a un clan, este clan sería la Escuela o Estilo que practica y, por ende, será a él y a sus maestros a quienes deberá el Respeto, la Lealtad, etc…, hasta el momento de su muerte. Bueno, supongo que en la época moderna se traduciría por: “hasta que deje de entrenar”
Aquí dejo para la reflexión personal si el maestro o escuela es merecedor de esa entrega o no, sin caer en fanatismos, claro.
Un Rônin moderno se caracterizaría por practicar su arte marcial sin sujetarse a la disciplina ni las normas de un estilo concreto, más bien de tomar “de aquí y allá”. Esto suele darse más de lo que se cree, la mayor parte de las veces con el insano propósito de acumular títulos o, según los cánones estéticos estadounidenses, lucir muchos emblemas en el keikogi.
Dicho esto, hay otra variante. Supongamos que alguien es un apasionado practicante de artes marciales, estudia, practica, experimenta hasta llegar a un medio-alto nivel de conocimientos, sin embargo, llega un punto en que, por cualquier razón, surge alguna diferencia y discusión con su maestro, lo que le lleva a abandonar el dojo.
Tiene dos opciones: Seguir practicando y estudiando, profundizando en lo ya aprendido y, de esa manera, aumentar su nivel, o bien, conseguir su propio dojo y alumnos que le sigan.
En términos legalistas estrictos, basta con estar dentro de una Federación para que sus grados y los que otorgue sean reconocidos tras el consiguiente examen. Siendo menos estricto, cualquier Asociación Deportiva daría la misma cobertura.
Otro camino, menos recomendable, aunque lícito, es crear su propio estilo. Digo menos recomendable porque ya existen demasiadas escuelas, estilos, subestilos y tendencias, en un más que laberíntico galimatías de nombres y siglas que lo único que hacen es arrojar más confusión y, con ella, desconfianza hacia las artes marciales en general…
Pero cada quien es libre de pensar y hacer lo que crea conveniente..
Autor: El cuervo (Karasu 烏) es Cayetano A. Sanchez
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