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El rendimiento es la forma en que se desarrolla la actividad deportiva para alcanzar su máximo potencial. Para aumentar el rendimiento deportivo de un deportista, en cualquier deporte incluido el kárate, es necesario trabajar varias habilidades. Cada entrenador debe establecer su propio programa de entrenamiento sin descuidar ningún aspecto:
Mental
Técnico-táctico
Físico
Energético
Por energético entendemos esa parte «invisible» del entrenamiento que engloba una alimentación adecuada, un descanso correcto y un estilo de vida saludable.
Cada uno de estos aspectos desempeña un papel en la mejora del rendimiento deportivo, pero el más importante, porque es el motor de todos los demás factores, es el mental. Sin el enfoque mental adecuado es difícil encontrar la concentración adecuada para mejorar la parte técnica, y sin una fuerte motivación mental no es fácil trabajar el fortalecimiento físico. Además, ni siquiera el entrenamiento energético, el que tiene que ver con el descanso y la nutrición, puede llevarse a cabo de forma coherente sin un impulso mental suficiente.
El componente mental se entrena constantemente con la experiencia, es una aptitud (un talento) y sobre todo, contrariamente a lo que cabría imaginar, es un entrenamiento práctico.
Cuando uno piensa en el papel de un entrenador mental o en el entrenamiento de habilidades mentales, es probable que imagine algo teórico o puramente psicológico. En realidad, el entrenamiento de habilidades mentales es un entrenamiento práctico, consistente en ejercicios prácticos en los que se comprueban diferentes aspectos que pueden influir en el rendimiento.
La tarea del entrenador mental consiste en trabajar las técnicas de activación y desactivación, mediante ejercicios de respiración, ejercicios de visualización y técnicas de concentración.
Los tres aspectos en los que se basan los ejercicios prácticos de habilidades mentales son:
Foco y concentración
Gestión de las emociones
Comunicación y relación
TÉCNICA DE ENFOQUE
La técnica del enfoque ayuda a activar la concentración y a controlar las emociones. La concentración, por definición, es la capacidad de dirigir la atención hacia donde se necesita y durante el tiempo necesario. La necesidad de poder activar y desactivar esta capacidad surge del hecho de que no es posible mantener la concentración durante demasiado tiempo, por ejemplo desde el principio hasta el final de una competición. Es inevitable que tarde o temprano se produzca un lapsus de concentración y el riesgo es que ocurra en un momento en el que realmente se necesita.
El esfuerzo para permanecer concentrado es comparable al de levantar un peso: será difícil mantener el peso levantado todo el tiempo, pero puedo decidir levantarlo sólo en el momento en que lo necesito y dirigir así el esfuerzo a un momento concreto. Hay que modular la concentración, gestionar las pausas. Las pausas son muy importantes y se utilizan en todas las competiciones deportivas, por ejemplo en los partidos de tenis.
La técnica de la concentración y, por tanto, saber dirigir la atención, se divide en cuatro tipos:
Focalización interna estrecha
Focalización interna amplia
Focalización externa estrecha
Enfoque externo amplio
Un ejemplo de ejercicio de enfoque interno estrecho es el de centrarse en la respiración. Hay infinidad de ejercicios respiratorios que pueden actuar sobre la activación mental. Algunos pueden ayudar a activarse en casos en los que uno se siente débil o poco preparado antes de una competición, mientras que otros ayudan a calmarse en casos de hiperactividad y tensión.
GESTIONAR LAS EMOCIONES
La gestión de las emociones es otro elemento que puede influir en el rendimiento deportivo. Antes de comprender cómo actuar en este aspecto, conviene definir las emociones, que pueden intervenir antes y durante una competición, y entender cuáles de ellas pueden ser positivas o negativas.
Una situación recurrente puede ser la aparición de miedo o ansiedad antes de una competición. Mientras que la ansiedad aparece cuando uno tiene que enfrentarse a una situación que nunca antes ha vivido y de la que no sé qué esperar, el miedo identifica una emoción ante una situación que ya conozco y en la que sé lo que puede salir mal.
Otro ejemplo de sentimiento que puede aparecer, en este caso tras una derrota en una competición, es el sentimiento de frustración.
En estos casos, cuando hablamos de ansiedad, miedo y frustración, aunque provocan una sensación de malestar, no es correcto llamarlas emociones negativas. El atleta que muestra ansiedad y miedo antes de una competición es un atleta que se preocupa por hacerlo bien, y el sentimiento de frustración después de una competición es propio de alguien que, a pesar de la derrota, está deseoso de saber cómo corregirse y en qué trabajar. Un atleta que muestra estas emociones es un atleta con un gran potencial, sobre el que se puede hacer un trabajo excelente. Por el contrario, el atleta que no las siente no significa que tenga más experiencia o madurez que los demás: puede ser un atleta que no siente interés, o que se ha rendido. La habilidad y la experiencia de un deportista residen simplemente en saber manejar estos momentos.
La ansiedad genera incertidumbre, la incertidumbre es un elemento que crea estímulos, y un sujeto sometido a estímulos es un sujeto que encuentra motivación. El entrenador que se enfrenta a un deportista que siente ansiedad o miedo, no debe limitarse a decir «no tengas miedo» o «tómatelo con calma», son frases inútiles, porque estas sensaciones se producen en cualquier caso, independientemente de la voluntad del sujeto. La tarea del entrenador es ayudarle enseñándole técnicas para superar la ansiedad y controlar sus emociones.
COMUNICACIÓN Y RELACIÓN
Entre las habilidades necesarias para quien aborda el trabajo mental sobre un deportista están las de comunicación y relación con el deportista.
La comunicación puede ser interna o externa y debe estar dirigida a reforzar el pensamiento positivo.
La comunicación interna es la que el deportista utiliza consigo mismo. Por ejemplo, llevar un diario en el que anote todo lo que hace en relación con su práctica deportiva sirve para tomar conciencia de sí mismo. Anotar información, por ejemplo cómo gestiona sus comidas, qué le dice a su entrenador y cuántas horas ha descansado, sirve para analizar sus puntos fuertes o débiles que pueden haber contribuido a su victoria o derrota en una competición. Puedo entender, por lo que escribí, que perdí porque no calenté adecuadamente, no comí bien o no descansé lo suficiente.
Es importante que el atleta, antes de empezar una competición, sea consciente de que la derrota «hay que meterla en la mochila». Es una posibilidad que debe preverse claramente antes de la competición. La aceptación de una derrota es el primer paso, porque si no tengo claro que puedo perder, no puedo tener la mente lo suficientemente clara como para analizar en qué me he equivocado en caso de derrota.
Otro ejemplo de comunicación interna es la creación de situaciones que puedan activar la concentración y superar la ansiedad y el miedo. Por ejemplo, antes de una competición, decido que antes de entrar en el tatami me toco el cinturón tres veces y repito tres veces una frase positiva. Repito este «ritual» antes de cada competición y me ayuda a activar el cerebro. Se crea así una rutina de concentración: el estímulo de varios componentes como el táctil (toco el cinturón), el auditivo (oigo mi voz repitiendo la frase) y el visual (enfoque externo estrecho o amplio en un objeto), hace que la mente se active y se consiga la concentración necesaria.
La comunicación externa es la que se produce entre el deportista y el entrenador. El entrenador debe evaluar y modular lo que dice a su deportista para que la comunicación tenga un efecto beneficioso y no negativo. Cuando el entrenador, al comunicarse con el deportista, utiliza frases como «tómatelo con calma», envía el mensaje a la cabeza del deportista de que algo malo está a punto de suceder y, por lo tanto, puede causar preocupación en lugar de tranquilizar. Frases como «mantente concentrado» tampoco ayudan. O si se dice «no te rindas»: el mero hecho de pronunciar la palabra «ríndete», aunque vaya precedida de «no lo hagas», puede inducir al deportista a pensar precisamente eso. A veces, en la comunicación con el deportista, puede resultar útil la estrategia de escuchar, es decir, dejar hablar al deportista y darle sólo algunas indicaciones.
En conclusión, hay que recordar que el entrenador mental no tiene el poder de resolver el problema, pero puede dar al deportista más herramientas para superarlo. Es importante que los problemas estén siempre presentes tanto en la práctica diaria como en las competiciones: aumentar los obstáculos y las dificultades es la mejor forma de aprender a enfrentarse a los problemas.
Pretendemos conseguir lo que queremos y alcanzar nuestros objetivos quedándonos en nuestra zona de confort, es decir, saliendo con la misma gente y manteniendo los mismos hábitos. Para subir el nivel, tenemos que ir en busca de la dificultad y debe ser una búsqueda que dé satisfacción y entusiasmo. No cometamos el error de decir: eso no es seguro, no le hagamos hacerlo. O ese kata no funciona bien, hagamos otro que salga mejor. Trabajar en lo que te hace sentir bien es un error, afrontar problemas y probar situaciones nuevas es lo que nos hace crecer.
Autor: Andrea Silenzi