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El Karate, al menos la mayoría de las cosas que vemos hoy, parece practicado por tipos duros susceptibles; personas que se enfadan cuando encuentran algo con lo que no están de acuerdo, o algo que no pueden entender. Gente que necesita que les lleven de la mano, y que les digan cómo entrenar, cómo pensar, y el significado de todo… ¡como niños de guardería! Pero, hagas lo que hagas, no se lo digas… O te escribirán e-mails, te llamarán cosas feas, y te amenazarán con todo tipo de castigos… ¡desde la otra punta del planeta!
Una buena bofetada es lo que todo karateka serio debería recibir de vez en cuando. Si nunca has recibido una, me temo que a tu profesor no le interesas lo suficiente como para enseñarte correctamente; quizá tu profesor nunca recibió un bofetón, y por eso nunca aprendió mucho acerca del Karate más allá de cómo dar golpes de puño y patadas. Cuando ves el calibre del instructor habitual de Karate de hoy, no debería sorprender.
No se esta hablando de brutalidad física, las bofetadas de las que hablamos tienen que ver con enfrentarte a ti mismo en el mismo núcleo de quien tú «crees» que eres; hacer temblar tu apego a lo que «sabes con certeza», y eliminar parte de la cera egoísta que obstruye tus oídos, y te impide escucharte cuando juegas el papel de estudiante de Karate o (Dios no lo quiera) sensei. En el aprendizaje de Karate-do, una buena bofetada de vez en cuando no sólo es útil… sino que debería agradecerse.
Por descontado, si nunca has recibido una bofetada, no tienes ningún derecho a dársela a otros… ¡Oh no! Este nivel de entrenamiento no es para los cobardes. El sonido de una mano abofeteando debería resultarte tan familiar a ti como lo es para las personas a las que enseñas…
Fuente:
«The Sound of One Hand Slapping..!»
Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Michael Clarke]
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