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¿Cómo entrenas? ¿Vas a una sala alquilada, cuentas diez repeticiones de unas cuantas cosas distintas, te pegas una buena sudada, obedeces al líder durante una hora, y después te retiras al bar para la cerveza de después de entrenar?
Hay valor en ello, por supuesto que sí, pero no esperes llegar a nada profundo. Si eliminas el cerebro y llevas a cabo tu entrenamiento como un zombi, los beneficios son mínimos y superficiales. Si eso es todo lo que quieres, entonces está bien.
¿Copias las visualmente impresionantes aplicaciones de última moda y trabajas duro para llegar a tener habilidad en ellas?
Estupendo, has llegado a ser excelente en el karate de otra persona. Puntos extra si consigues capturar cada pequeña respiración, movimiento de la cabeza, o del dedo.
¿Asistes a los grandes gasshukus internacionales y te maravillas ante las mismas técnicas que se presentan tal y como las hacia otra persona hace 30 años?
¿Puedes apartarte de la industrialización del karate y encontrar satisfacción a través del esfuerzo y la exploración personal? ¿Puedes asumir el control de tu propio destino, aceptar el consejo de un sensei, y después trabajar lo más duro posible para mejorarte a ti mismo a través de tu propia iniciativa?
¿Tienes el valor para sostenerte por ti mismo, crear tus propias oportunidades, construir relaciones propias presentándote con humildad y el deseo de trabajar duro? ¿O preferirías pegarte al pelotón para poder esconderte entre la multitud en caso de cometer algún error?
El viejo bushi decía: “Yo te mostraré una esquina de la habitación, pero espero que encuentres las otras tres por ti mismo”.
Autor:Garry Lever
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