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Después de practicar esta mañana me he puesto a pensar en el número de karatekas que se dice que hay hoy en el mundo, y en que relativamente pocos de ellos son okinawenses o japoneses.
Me he preguntado de dónde viene el racismo pasivo que impregna el mundo del Karate, que hace que tantos acepten sin reparos que los karatekas okinawenses y japoneses son automáticamente “mejores” que sus homólogos.
¿Por qué los occidentales están tan cómodos jugando un papel de subordinación basado en la raza? Es interesante, esta asunción de que según la raza puedes captar, o no, la esencia del Karate.
Con tal predisposición para ser liderados, los instructores okinawenses y japoneses no tienen necesidad de predicar con el ejemplo… pero, ¿quién es el responsable de esa situación? ¿Ellos… o tú?
Cuando preservar las enseñanzas del Karate depende tanto de los extranjeros, ¿por qué se les trata como a niños tan a menudo? Y ¿por qué tantos occidentales aceptan ese trato de buena gana?
Mientras cerraba la puerta del dojo esta mañana y caminaba hacia casa a través del jardín para empezar el día, me sentía agradecido a mi sensei por su insistencia en que aprendiera a asumir responsabilidad de mí mismo.
Mi Karate puede que no sea muy bueno, pero al menos no soy racista…
Fuente:
“Are Karateka Racisits..?”
Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Michael Clarke]
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