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Un Japón totalmente desconocido para los extranjeros, como los castillos en los que vivían los samuráis, los santuarios sintoístas más inéditos y algunas de las fiestas más antiguas del país del sol naciente.
Izumo Taisha, situado en la prefectura de Shimane, es uno de los santuarios sintoístas más antiguos de Japón. Durante el otoño aquí se celebra el kamuhakari, una fiesta a la que son llamadas unos ocho millones de deidades o espíritus. Durante este período el resto de Japón se queda, oficialmente, sin deidades.
Las prefecturas de Shimane y Yamaguchi están situadas al oeste del país, en la costa del mar de Japón. Es esta tierra de fe, de mitología, de artesanía ancestral y de buen comer. A pesar de ser desconocida para los turistas extranjeros, cuenta con algunos de los santuarios más importantes del país, con castillos de los samuráis y con una naturaleza diseñada para impresionar.
Durante el kamuhakari (encuentro de las deidades) miles de peregrinos de todo Japón llegan hasta Izumo Taisha. Igual que en el resto de santuarios sintoístas, los fieles reciben una bendición escrita en un rollo de papel (o-mikuji) que puede ser favorable o desfavorable. Cuando la fortuna que se recibe es desfavorable, el papel debe dejarse atado a un árbol del santuario.
Miles de flores y árboles, varios lagos, riachuelos y cascadas además de un buen número de puentes y caminitos de piedra se distribuyen en los 40.000 metros cuadrados que componen el extraordinario jardín de Yuushien. Aunque pueda parecer pura obra de la naturaleza, todo aquí ha sido colocado a conciencia.
Durante los meses de noviembre y diciembre, el jardín de Yuushien, ubicado en la isla de Daikonshima, cuenta con una colección de instalaciones lumínicas creadas por diversos artistas. En la foto, el volcán Fuji hecho a base de LEDs.
Las aldeas de Yunotsu, Oomori y Onsentsu prosperaron en el siglo XVI gracias a las minas de plata que se explotaban en la zona, las Iwami Ginzan, que en su tiempo llegaron a igualar en importancia a las de Potosí. Parte de su producción llegaba a España en barco vía Goa y Portugal. Hoy estas minas y sus poblaciones forman parte del listado del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
El santuario de Taikodari fue levantado en 1773 a imagen y semejanza de Fushimi Inari, en Kioto, por el señor feudal Norisada Kamei. Con este acto el gobernador quería asegurar la protección de su castillo en Tsuwano, una petición que no llegó a cumplirse pues la fortaleza fue destruida hasta los cimientos tras la abolición del feudalismo.
La típica cerámica de Hagi es una herencia de las invasiones japonesas de Corea en el siglo XVI. Tras la contienda, muchos ciudadanos coreanos fueron trasladados a Japón, entre ellos un buen número de virtuosos alfareros cuyas delicadas artesanías conquistaron las mesas del señor feudal de Hagi. Hoy está considerada una de las mejores cerámicas del país.
El kagura es una representación ancestral de danza y música que se lleva a cabo en honor a los dioses. En ella intervienen los maikata, personajes que aparecen ataviados con vistosas máscaras y vestimentas; y los hayashikata que son los músicos.
En el pasado una representación de kagura podía durar hasta tres días. Hoy, en algunas zonas rurales -donde estas danzas se llevan a cabo para agradecer la buena cosecha- la función dura toda la noche.
El castillo de Matsue, conocido también como «castillo negro» es uno de los únicos doce en Japón que conserva intacta su estructura original de madera de principios del siglo XVII. En él vivieron los samuráis al servicio del señor de Matsue y hoy sus interiores conservan las armaduras, máscaras y espadas utilizadas por aquellos guerreros míticos.
En Japón no abundan los paisajes kársticos y es por ello que la cueva de Akiyoshido, que tiene nueve kilómetros de longitud y presenta todo tipo de formaciones en piedra caliza, sea un destino tan popular entre los nipones.
La ciudad de Shimonoseki, situada al suroeste de la isla de Honshu, en la prefectura de Yamaguchi, es uno de los principales puertos pesqueros de Japón. Los fines de semana su mercado de pescado se llena hasta la bandera de turistas nacionales que se acercan hasta aquí para comer sushi hecho con la especialidad local: el pez globo.
El fugu o pez globo se considera todo un manjar en Japón y el mercado de Shimonoseki es la meca para los amantes de esta peligrosa especialidad. La presencia de tetrodotoxina en los órganos internos y en la piel del pez, lo hacen mortalmente venenoso cuando no se prepara correctamente. En el pasado el mismísimo emperador de Japón tenía prohibido su consumo.
Texto|Fotos: Kris Ubach ; http://viajes.elmundo.es/albumes/2016/12/01/japon_sin_turistas/index.html
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