Hay muy poco escrito sobre el hombre ola. La historia se ha encargado de borrar de la memoria todo rastro de estos personajes. Nada extraño, ya sucediera antes con los Shinobis, las Onna Bugeisha y otros. Quien se manifiesta en contra del poder dirigente y se muestra rebelde ante la nación gobernante, o bien es borrado de la historia, o bien se nombra poco/casi nada.
El término Ronin, si bien aún se usa en Japón, es para referisse a los estudiantes que no han aprobado el curso o examen a la selectividad…como el hombre ola, a quien no tenía amo para servir, el estudiante no tiene escuela donde estudiar. Aunque es frecuente denominar al Ronin como “Hombre Ola”, los kanjis que lo compone, también puede traducirse como “Hombre errante”, que a mi juicio sería el “más correcto”. Y digo el más correcto entre comillas, porque es en lo que se convertía un samurai al dejar de servir a su amo por voluntad propia (desertor), o por decisión de su damyo o fallecimiento de este.
Muchos samurais al dejar este status social alto o medio/alto, con respecto a otros ciudadanos, se encontraban en una situación de crisis emocional. Vagaban sin rumbo fijo, muchos se convertian en mendigos, vagabundos y dados al alcoholismo. Difícilmente eran aceptados en la comunidad y ni ellos mismos lo aceptaban, salvo muy pocos que aún permanecían fieles al compromiso de la lucha y el sentimiento guerrero. El caso más famoso de los Ronin sin duda es el acaecido con los 47 Ronin, hoy estos venerados por permanecer fieles a su gobernante al ser este obligado a cometer el Seppuku y de forma vengativa estos 47 samurais ahora convertidos en Ronin tomaron venganza por su cuenta, de no ser por este hecho, difícilmente hubieran pasado a la historia.
Fotos: Cementerio y tumbas de los 47 Ronin.
Foto: Plano de cómo están situadas las tumbas de los 47 Ronin.
Algunos de ellos y gracias a sus habilidades, tanto artísticas, como técnicas de combate o su perspicacia para sobrevivir, tomaron otros oficios, bien en solitario, bien en familia o en grupos.
Algunos aún se dejaban fotografiar con sus atuendos de samurais para ganarse unos cuartos.
La mayoría de ellos se cubrían el rostro para no ser reconocidos o por ocultar su vergüenza.
Otros se mostraban orgullosos por ser liberes y conocer la libertad.
La vida del Ronin no fue para nada fácil, cambiaron de estar en un status social alto, por el más bajo de todos. Tuvieron que luchar duro para sobrevivir y más aún para poder ser aceptados. Los que no murieron por Seppuku, murieron en campo de batalla negándose a dejar de ser guerreros, unos como mercenarios, otros como sicarios. Tal vez no fuera la forma más correcta de llevar su código de honor, pero debían sobrevivir a la dura vida que les esperaba.
Algunos buscando la paz y sosiego, encontraron refugio entre la propia familia u otros grupos que vivían la misma situación.
En poco tiempo sus vidas habían cambiado, y pronto se dejaría ver su decadencia. Aquellas vestiduras que los hacían respetables, se convirtieron en poco menos que en andrajos.
Obligados a abandonar su hogar y a mendigar muchos de ellos. Otros se refugiaban en la fe de sus creencias y se hicieron monjes.
Ahora solo les quedaba la familia, pero ante todo, sus hijos.
De hecho se ha filmado una película que trata sobre ello… Lone wolf and Cub (El Lobo solitario).
Película basada en un Comic bajo el mismo título.
Fuere como fuere, la vida del Ronin era así. No existía otro motivo de existir, salvo luchar por su familia. Así lo muestra la propia historia, y las múltiples pruebas que lo confirman.
La Onna Bugesisha, no podía escapar a la tentación de ser convertida en mujer Ronin, con los mismos derechos y motivos que el hombre.
Defendiendo el Honor de la familia Ronin. A pesar lo que se podía decir de ella, los prejuicios y los perjuicios. Esta era vista por el resto de la sociedad japonesa como una bruja endemoniada o como poco, como una mujer de dudosa reputación.
Pero no dejaron de ser fieles a su compromiso, sintiéndose libres, pese al rechazo y discriminación. Su espíritu guerrera las mantenían vivas.
Con mejores o peores atuendos, pero vivas y libres.
Aun en su condición de Ronin, libraron muchas batallas en las continuas contiendas, duelos y asaltos.
Por lo que su entrenamiento debería seguir constante, ahora con mayor rigor y con mayor motivo.
Después de todo, el Ronin sabía que había nacido guerrero y debería morir luchando.
Algunos historiadores dicen que Miyamoto Musashi se convirtió en Ronin, esta historia no está confirmada. Existen dos razones que sostienen que no pudo ser: a) difícilmente un desertor pasa a la historia oficial como héroe nacional, y b) si hubiera sido por causa de ser huerfano de un damyo por servir, cualquier otro damyo lo hubiera contratado al ser uno de los mejores samurais que pasó a la historia.
La historia se ha encargado de ocultar la figura del Ronin, casi hasta aparecer la leyenda de los 47 Ronin y porque estos defendían el honor de su daimyo (señor de la guerra), en caso contrario, igual ni aparecían en la historia. Y cuando algo se decía de ellos, no era más que para criticar sus acciones, menospreciando su existencia, burlándose de ellos, ridiculizándolos por sus ropajes echos de paja, o como poco acusándoles de criminales, ladrones y seres no gratos en la sociedad.
Imagen: grabado de unos Ronin asaltando y robando en casa de un señor de la guerra o Daimyo.
Imagen: grabado de un Ronin con sarna.
Imagen: grabado de un Ronin diabólico.
Imagen: grabado de una mujer Ronin diabólica.
Imagen: pintura de una mujer Ronin embriagada.
Para mí y para cualquiera que conozca bien la historia de los Ronin, éstos no dejaron de ser bravos guerreros, feroces, hábiles y con un alto sentido del deber, de la ética y los valores, y sobre todo, de la libertad. Más audaces, más rigorosos que los samurais, pues estos llevaban como bandera y estandarte el significado real del vocablo SAMURAI que no es otro de que “SERVIR”, y no para servir a un daimyo, sino para servir a la humanidad.
El credo que ahora honsosamente se le atribuye al samurai, no es más que el credo del Ronin. Solo hace falta tener un poco de sentido común, para comprender que ese credo, nunca pudo ser de un samurai.
Dicta así:
No tengo parientes, yo hago que la tierra y el cielo lo sean.
No tengo hogar, yo hago que ellos también lo sean.
No tengo poder divino, yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios, yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico, yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo, yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos, yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos, yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades, yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes, yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia, yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas, yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros, yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios, yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas, yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento, yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos, yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos, yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura, yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo, yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada, yo hago de mi no mente mi espada.
Todo lo demás, lo que fue y no fue, está escrito en la historia oficial.
Ricardo Mercado Sierra
Nota: acabo de recibir una nota por privado del que yo personalmente considero uno de los mejores investigadores de España en el tema japonismo y su historia, se trata de Cayetano Sanchez, el cual me envía un trabajo efectuado sobre este tema que nos ocupa, y es un hombre tan prudente y honesto que me pide disculpas por discrepar en algunos asuntos. Pero como yo le he dicho textualmente:
“ Entiendo que pueda haber varias posturas históricas, y eso puede ser bueno o malo, porque no hacen más que confundir, pero también suscita al estudio y la investigación, después cada cual puede sacar sus propias conclusiones. No obstante, me gustaría incluir esta nota tuya en lo ya expuesto y naturalmente con tu nombre si no te importa. Gracias una y mil veces más por tu nota.”
Lo cierto es que se agradece mucho su trabajo y la molestia tomada. Más aún cuando lo hace por privado, seña de que es un hombre modesto y sin querer acaparar protagonismo, cuando debería tenerlo todo.
Esta es su nota con respecto a los Ronin:
Sobre los Rônin (浪人)
La traducción formal de Rônin, según el diccionario, contempla las siguientes acepciones:
Samurai errante, sin señor al que servir.
Persona sin trabajo
Estudiante a la espera de un nuevo examen para entrar en la universidad.
Aplicando una traducción menos formal se refiere a una persona que tiene su vida a merced de los avatares de la vida, de los elementos, como una ola que va y viene, sin rumbo ni orientación. Para poder explicar o entender el concepto en toda su dimensión hay que tener en cuenta el contexto histórico, cultural y sociológico en la que nace y se aplica con total precisión.
La sociedad japonesa, desde el siglo VI DC, pero principalmente desde finales del siglo XII cuando el control del poder es tomado por la clase militar, instaurando el primer shogunato, o gobierno militar feudal. Aunque ya existía de facto, a partir de ese momento, con la clase militar en los puestos más altos del poder, las provincias y la producción bajo el control de esta misma clase, casta social, la estructura social se divide en cuatro (en realidad cinco) estamentos a los que se llega únicamente por nacimiento:
(士, Shi) En el más alto la casta militar ya que está al servicio directo del Emperador, en un principio, dividida en doce rangos, de los cuales, los seis más bajos agrupados bajo la denominación “samurai” (侍), servidores [del Emperador] y los seis más altos que forman la aristocracia (華冑 kachyo)
(農, Nô) El segundo lugar lo ocupan los campesinos, que trabajan la tierra con sus manos, produciendo bienes y riqueza por sí mismos.
(工, Kô) El tercero son los artesanos, que no crean bienes, en su sentido estricto, sino que transforman los recursos en objetos y utensilios.
(商, Shô) En el último lugar los mercaderes, ya que sobreviven y enriquecen gracias al trabajo de los dos estamentos anteriores.
Quedan fuera del sistema los “intocables”, los Burakunin que por sus oficios, generalmente relacionados con la muerte, como los curtidores, eran considerados impuros.
Este sistema, llamado shimin(四民) o shi-nō-kō-shō (士農工商) queda totalmente implementado durante el periodo Edo (1605-1868) y abolido tras la Restauración Meiji (1868).
El samurai es contemplado, dentro del esquema social japonés, como un servidor de alguien de rango superior, Daimyo (señor feudal), Shogun (dictador militar) o, diréctamente, del Emperador e igualmente está estratificado en varios rangos, simplificando:
Rango superior: que tiene acceso directo a su señor pudiendo, a su vez, contratar y tener a su servicio a otros samurai.
Rango medio: que se ocupa de labores burocráticas, teniendo a su cargo otros samurais de la misma casa y puede acceder a su señor únicamente en determinadas circunstancias.
Rango inferior: que se ocupan del grueso de labores para mantener el orden en el territorio, forman el cuerpo principal del ejército, recaudan impuestos, etc, bajo las órdenes directas de un superior.
Todos ellos son recompensados con tierras y salario en función de sus méritos y rango, siendo esta recompensa transmitida de forma hereditaria. Sin embargo las tierras se otorgaban en usufructo, salvo casos aislados en que algunos samurai de rango superior, que acumulaban enormes riquezas, pudiesen adquirir la propiedad de algunas tierras o como recompensa excepcional, ya que la titularidad del territorio seguía siendo del Daimyo, quien era literalmente “dueño de vidas y haciendas”.
De tal modo que, al ser destituido por cualquier razón, el samurai perdía su modo de subsistencia confiscándosele, más bien devolviendo, las tierras que pudiese poseer en favor de su legítimo dueño, su señor feudal o, en caso de disgregación del clan, al superior designado, bien por jerarquía o bien por aquel a quien se le entregase el control de la provincia.
La destitución llevaba consigo otras consecuencias sociales, derivadas de su función principal que, recordemos, era servir a su superior, por tanto desprovisto de esta función se convertía, aún sin cambiar su estatus social, en alguien incapaz de aportar nada a la sociedad.
Ahora bien, las aportaciones reales de un samurai en activo a la sociedad se basaban en mantener la ley y el orden, además de proteger el territorio, en definitiva no producían ningún tipo de riqueza o belleza como los campesinos y los artesanos. Esto hace que, tras la pacificación del territorio, los ideólogos confucionistas se planteen cuál es el papel activo que jugaría un samurai para ser considerado alguien superior (Kunshi 君子, Junzi en chino) moralmente.
El negocio de los samurai es reflexionar acerca de su propia posición en la vida, para dar servicio leal a su amo si lo tiene, para fortalecer su fidelidad en asociaciones con amigos, y, con la debida consideración de su propia posición, para dedicarse al servicio por encima de todo.
Sin embargo, en su vida, él deberá inevitablemente participar en las obligaciones entre el padre y el hijo, el hermano mayor y el más joven, y el marido y la esposa [las obligaciones del confucionismo]. Aunque éstas son también las obligaciones morales fundamentales de todas las personas en la tierra, los campesinos, los artesanos y los comerciantes no tienen tiempo libre para sus ocupaciones, por lo que no pueden actuar constantemente de acuerdo con ellos y ejemplificar plenamente el Camino.
Debido a que los samuráis ha prescindido de los negocios del agricultor, artesano y comerciante y se limitó su práctica de esta manera, si hay alguien en las tres clases de la gente común que viole estos principios morales, el samurai debe castigarlo sumariamente y por lo tanto defender los principios morales adecuados en la tierra. No sería bueno para el samurai saber virtudes marciales y civiles sin manifestarlas.
(Yamaga
Soko 1622-1685
, Bunshu.)
Es decir, el samurai se convierte en ejemplo de comportamiento, según los principios del confucionismo y en garante para su cumplimiento, incluso con facultades para castigar con la muerte en caso de transgresión de la ética imperante.
En este contexto un samurai que, por la circunstancia que fuese, queda desposeído de su principal función al no tener señor al que dar servicio, queda “inútil” sin ninguna forma de supervivencia ni una función en la sociedad. En palabras del propio Yamaga Soko, en la misma obra citada: “El que satisface sus necesidades sin realizar ninguna función en absoluto debería más bien ser llamado ocioso”. Lo cual es, en sí mismo, causa de deshonor no pudiendo ser tomado como ejemplo y, mucho menos, como garante de la moral y la ética social del momento.
Aunque, en origen, el término Rônin hace referencia a los samurai que huían y/o desertaban de las batallas, con el tiempo se hizo extensivo a todos aquellos que quedaban apartados del servicio bien porque el clan al que servían, era desmantelado o porque el señor feudal lo expulsaba por alguna razón. En cualquier caso, dado que cualquiera de esas razones iban en perjuicio de su honorabilidad, suponía un quebranto en su posición moral y social.
En la época de guerras civiles, los Daimyo solían contratar nuevos samurai con el fin de acrecentar y fortalecer sus ejércitos, este panorama cambia tras la pacificación de Japón y el nuevo sistema de impuestos y obligaciones que el Shogunato Tokugawa impone a los Daimyo, más duros con aquellos que se habían opuesto a su ascenso, llegando a disolver algunos de los clanes.
Por lo que la población de Rônin crece de forma casi alarmante al no haber demanda de nuevos servidores ni producirse bajas susceptibles de ser cubiertas en los feudos establecidos, por lo que la mayoría encuentran su salida natural convirtiéndose en bandidos, piratas, y también tomando la vía monástica, enseñando a las otras clases sus artes marciales o participando activamente en los grupos disidentes de la época, como los Ikko-Ikki. Ya que no hay que olvidar que seguían manteniendo su condición de samurai, una condición adquirida por derecho de nacimiento, ni su privilegio de portar y usar armas ni, por supuesto, su conocimiento sobre las técnicas y tácticas guerreras.
Como dato curioso, los modernos investigadores como Serge Mol apuntan a que la leyenda que atribuye a los Tengu (animales mitológicos que habitan montañas y bosques) y monjes errantes la invención y transmisión de algunas escuelas de artes marciales, podría estar fundamentada en Rônin refugiados, que vagaban por estos montes, o convertidos en monjes errantes que habrían compartido sus conocimientos con samurais viajeros manteniendo el anonimato.
Los 47 leales de Ako / Chushingura (忠臣蔵)
La historia, de sobra conocida, de los 47 Rônin puede resultar algo chocante, contradictorio con lo anteriormente expuesto a simple vista. En este caso no es relevante la condición social de los protagonistas, ya que la gesta que se populariza y por la que son recordados no es tanto la acción vengativa o con el fin de restituir el honor del señor feudal y, por ende, de todo el clan, sino la lealtad hasta la muerte que demostraron, de ahí el título en japonés de la historia, que significa “lo que hay tras [la historia de] los servidores leales” y que ha sido adaptada repetidamente para su representación en el teatro, tanto kabuki como de marionetas (bunraku) ya en su época y, más tarde, al cine y la televisión.
Aunque épica, la acción de los 47 ronin por restituir el nombre de su señor feudal, Asano, su honor y el honor del clan perdido injustamente, no resulta ejemplarizante para el Japón medieval, ni las estratagemas que los protagonistas idean para ocultar sus planes al enemigo, de hecho ya en su día la gesta tuvo un apoyo desigual por parte de los ideólogos samurai, por ejemplo Tsunetomo, en su famosísimo Hagakure, afirma que el haber dilatado el momento de la protesta y la muerte fue un acto de cobardía, mientras que Yuzan en su Budo Shoshinsu, alaba la misma gesta y otros símplemente lo consideraron un acto de traición al rebelarse contra sus superiores.
Toda la historia es una exaltación de la Lealtad, de ahí el nombre original japonés, una lealtad absolutamente ciega que resiste el paso del tiempo y las muchas humillaciones que deben sufrir sus protagonistas, que exige incluso la muerte tanto si tienen éxito (son condenados por rebeldía), como si fracasan.
Codificada como Chushin Gishi (忠信義士 podría traducirse como “servidor devoto y leal”) en la filosofía confucionista que, no olvidemos, regía el siglo XVII japonés y nutría la moral y la ética de sus habitantes independientemente de la clase y casta social, esta cualidad del samurai era la más apreciada.
En el momento, tal y como se ha apuntado antes, el problema se presentó al juzgar, legalmente, la acción de los 47 por un doble motivo: eran Rônin que habían atacado y “vertido sangre samurai”, rebelarse contra un superior en rango ya era suficiente motivo para una condena pero, además, habían tomado venganza saltándose las normas establecidas para ello ya que en el Japón feudal, incluso hoy día de forma no escrita, existían normas y reglas para todo, incluso para saltarse las normas generales.
Por tanto la única justificación posible para esta acción era a través del código confucionista y, según ese código, la más sagrada obligación de cualquier samurai (o Rônin, es decir, entendiendo el término como casta o clase social) era mostrar lealtad a su señor hasta sus últimas consecuencias, por lo que los 47 habían actuado en función de Chushin Gishi aunque ello les había llevado a transgredir las otras normas.
Por todo ello, el Bakufu, el gobierno del Shogunato, los 47 Rônin son condenados a cometer seppuku y se autoriza su entierro en el templo de Sengaku-Ji y son venerados y reverenciados por el público en general, su gesta es utilizada, una vez más, como historia ejemplarizante de modo que, aún habiendo perdido su estatus legalmente, son elevados a la categoría de samurai de nuevo.
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