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¿Cuantos años hace desde que el primer Maestro japonés empezó a difundir el Budo en occidente?, 40, 50, 60 años… el tiempo de una generación de budoka occidentales. Pero además los últimos 50 años han significado un cambio profundo en la sociedad. ¿Puede el Budo adaptarse a la nueva mentalidad sin traicionar la tradición?
Desde el apogeo del Budo, el mundo y Japón con él, no ha dejado de cambiar, pero el último lustro, para ser más exactos desde la II Guerra Mundial, la sociedad entera, la ética, la moral, los modos de vida, incluso las relaciones interpersonales, han cambiado drásticamente. El ser humano moderno piensa, vive y percibe el mundo a su alrededor de manera diferente y este proceso aún no ha terminado.
Vivimos en constante evolución y, por tanto, nuestra manera de pensar y nuestos modos de entender las cosas cambian contínuamente, sin embargo, por parte de algunos sectores, se observa un más que penoso inmovilismo.
La Tradición Guerrera
Tradicionalmente los guerreros eran los encargados de la seguridad de la comunidad, vivían por y para la guerra, conquistaban nuevos territorios asegurando la subsistencia y defendían pueblos y ciudades, vidas y haciendas contra otros invasores. Su sistema era la adaptación.
Desde las primitivas armas arrojadizas hasta los modernos misiles son el fruto de los avances tecnológicos y científicos de la sociedad del momento. El guerrero no vive de espaldas a la realidad social que le circunda, al contrario, se sumerge en ella y extrae lo que le es útil. En eso consiste la tradición.
Aunque parezca lo contrario, el Budo no escapa a esta regla, basta con bucear en su histora para darse cuenta que, incluso las armas y técnicas, han sufrido miles de variaciones según el periodo histórico en el que se desenvolvían, ni siquiera los propios samurai escapan, ni visten, ni se comportan, ni sus katana son iguales en la época de guerras civiles que durante el Shogunato Tokugawa. En la II Guerra Mundial, los samurai, oficiales del ejército, usan otro tipo de katana adaptada a la época.
Tras su rendición y la ocupación aliada, el Budo se “reinventa” a sí mismo y se convierte “en artes de defensa”, de la misma manera que su ejército pasa a ser “Fuerzas de Autodefensa”.
Durante sus inicios y su época de esplendor, los samurai y sus artes marciales se aprenden y practican en los castillos, en los núcleos cerrados de sus clanes y familias. Tras la implantación de la dictadura Tokugawa, el Shogunato, cuando los clanes derrotados son desmantelados y sus samurai convertidos en Ronin (samurai sin amo), se abren escuelas públicas, en las que se enseñan las artes marciales a “plebeyos” como modo de supervivencia. Parece demasiado obvio que incluso los sistemas y modos de enseñanza varían con el tiempo. No es lo mismo practicar y enseñar con disciplina militar que en un ambiente más relajado y menos castrense.
Occidente y Siglo XXI
Probablemente, los primeros occidentales que aprendieron artes marciales fueron las tropas de ocupación, tendrían sus dificultades para ser aceptados como discípulos, pero siguiendo la lógica del pensamiento, según la cual, estas tropas de ocupación se sentirían “superiores” por haber vencido en la batalla, es de suponer que la disciplina y modos se adaptasen a esa circunstancia. También es lógico suponer una primera desconfianza para enseñar los “secretos” del Budo por parte de aquellos primeros Maestros a sus “ocupantes” e “invasores”.
Pero, insisto, han pasado 60 años desde entonces y alguna que otra revolución de pensamiento, quizás la más importante el movimiento contracultural de los ’60 por el que se universaliza y democratiza la sociedad en su conjunto. No son pocos los Maestros tradicionales que salen de Japón y se instalan en occidente abriendo sus Dojo al público occidental. Incluso Anton Geesink vence a los japoneses en su orgullo patrio: el Judo.
No solo el Budo, precisamente en esa época, las corrientes de pensamiento oriental son tomadas como alternativa por los movimientos contraculturales, de modo que el Yoga y el Budismo Zen se instalan en occidente impregnando todas las capas de la sociedad, muchas de las veces incluso de forma equivocadamente mezclada. Japoneses como Suzuki y Deshimaru se encargan de divulgar el Budismo Zen en sus libros y llegan a las mentes occidentales.
En estas circunstancias y debido principalmente a la difiicultad de acceso a las fuentes originales de la información, el Budismo Zen y el Budo quedan vinculados en la mente occidental, lo cual da lugar a multitud de malas interpretaciones.
Pero la última década ha vuelto a revolucionar el panorama social. Internet permite el acceso a la información y ésta se comparte inmediatamente. Ya no se investiga de forma aislada, sino que se organizan grupos que comparten sus avances, la ética cambia a un modo menos individualista y con menos sentido jerárquico, sino primando el sentido grupal.
Pero… ¿Cómo afecta esto a la tradición del Budo? Puede parecer complicado y, probablemente, sea pronto para percibirlo puesto que aún la pirámide del conocimiento no ha tenido tiempo de adaptarse. Hoy existen foros en los que se debate la eficacia y el método de tal o cual escuela o estilo, aunque en muchas ocasiones no sean precisamente las mentes más autorizadas para hacerlo, las críticas, argumentaciones y debates están a la orden del día. Toda la información se difunde hasta el punto que existe un exceso de información que es casi tan dañina como la falta de ella.
Por tanto, aunque no sea palpable, los modos y maneras de transmisión del Budo han cambiado, como ha cambiado la percepción que de las artes marciales tiene el público en general. Iría aún más lejos para afirmar que el Budo, en sí mismo, ha cambiado.
Ha transcurrido una generación desde aquellos Maestros pioneros en enseñar a occidentales, es más que probable que occidentales posean altos niveles de conocimiento (profundo y verdadero) de lo que es y representan y, por ende, están en condiciones de enseñar y transmitir correctamente la esencia del Budo, pero… con mentalidad moderna.
El cuervo (Karasu 烏) es Cayetano A. Sanchez
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