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Los katas son secuencias de técnicas, supuestamente aquellas que el creador (o modificadores) del kata encontraron particularmente efectivas. Hoy conocemos los nombres de los katas y los nombres de cada técnica y posición presente en el kata. Fukyugata Ichi (creado por el fundador del Matsubayashi-Ryu Shohin Nagamine en 1940), por ejemplo, empieza con una parada descendente con la izquierda (gedan barai o gedan uke) en zenkutsu dachi de izquierda, seguido por un golpe de puño al medio con la derecha (chudan tsuki) en shizentai dachi de derecha. Vea: The 1940 Karate-Do Special Committee: The Fukyugata “Promotional” Kata. ¿Puede visualizarlo?
¡Eso ha sido una trampa! Una vez los movimientos de un kata se identifican como técnicas específicas, los significados se hacen fijos. Una “parada” tiene un cierto significado, al igual que un “golpe de puño”. Una posición tiene una cierta configuración y distribución de peso. Un proceso dinámico se reduce a una serie de fotografías fijas.
Asumimos que las técnicas y los movimientos siempre han tenido nombres. Es muy poco probable que los profesores del pasado verbalizaran o anotaran tales cosas. Demostraban las técnicas y decían “así”. El alumno le seguía y por lo general no hacía preguntas. Si el alumno pedía alguna aclaración, el profesor a menudo contestaba: “Ya lo he dicho, así”. Es poco probable que el profesor entrase en detalles verbalmente.
Las palabras se hicieron particularmente necesarias cuando se empezaron a escribir libros sobre Karate en la década de los 1920s. Cada técnica tenía que nombrarse para acompañar a la imagen o fotografía adecuada. A menudo los nombres eran simplemente descriptivos o inventados. Si el profesor mostraba un golpe de puño a la cara, el autor (en su idioma) puede que utilizase el término “golpe de puño a la cara”. O puede que utilizase “golpe de puño a nivel alto” o “golpe de puño ascendente”. Pero lo más probable es que su profesor no utilizase ningún término (excepto “así”).
Pero, un momento. Supongamos que en lugar de simplemente golpear con el puño, el profesor en realidad clavase los dedos en los ojos del agresor, cerrase los dedos, y continuase la acción con un golpe de puño. ¿Debería escribirse eso? Quizá el autor del libro dejaría fuera el ataque a los ojos porque no es muy adecuado para los lectores en general (no podemos permitir que los niños vayan por ahí clavando dedos en los ojos). Una técnica tan espantosa podía ofender al editor (que probablemente pensara que el Kendo era un arte más noble). Los profesores de Karate durante ese periodo tenían que superar los extendidos prejuicios y la desinformación acerca de su arte. Además, ese aspecto de la técnica podía ser practicado por los alumnos avanzados del profesor que en realidad no necesitaban un libro en cualquier caso.
Elecciones de editorial aparte, el acto mismo de dar nombre a las técnicas presenta un peligro muy real de limitarlas en términos de ejecución y aplicaciones. Mi sensei, Katsuhiko Shinzato, es profesor de lingüística en Okinawa. Aunque posee tanto un japonés como un inglés fluido, y es un reconocido experto en lingüística, se resiste a cualquier petición de etiquetar técnicas o procesos de dinámica corporal. “Para que el cuerpo se mueva libremente,” dice, “la mente no debe estar fija”.
Una vez das nombre a una técnica, la limitas, limitas su ejecución y sus potenciales aplicaciones.
Fuente: Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Charles C. Goodin]
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