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La producción de armaduras en Japón experimentó una evolución acorde a la necesidad de defensa del guerrero en cada momento, marcada como es evidente por la cantidad de guerras de cada periodo. Así pues desde unos orígenes en los que las armaduras jugaban un papel importante por las guerras entre clanes, la época de esplendor en el periodo de entre guerras Sengoku (1467-1600) se llega al periodo de paz Tokugawa (1600-1868) en el que la armadura cae prácticamente en desuso por la inexistencia de guerras en las que usarla, pasando a convertirse en un elemento básicamente ceremonial y significador de prestigio.
La armadura japonesa, a pesar de la mayor o menor sofisticación de uno u otro momento, siempre a tratado de conjugar la protección con una alta movilidad que permitiese al guerrero una libertad de movimientos eficiente. Por ello una de las preocupaciones de los gusoku-shi (maestros artesanos de armaduras)ha sido la utilización de unos materiales que permitiesen esta comunión entre blindaje y ligereza.
Se ha convenido que, principalmente por tradición y por las pruebas existentes, tales materiales desde las primeras evidencias, son el metal y el cuero. Se tiene constancia por hallazgos arqueológicos que ya desde el año 400 a.c se empleaba el hierro como elemento constructor trabajado de forma minuciosa y brillante para reducir su peso y facilitar la movilidad debido a una mayor ligereza.
Las primeras armaduras de las que se tiene constancia proceden de entre los siglos V y VIII, encontradas en túmulos funerarios y ligadas al estado de Yamato. Responden al nombre de tanko y fueron confeccionadas en placas de hierro que se sujetaban por medio de correas de cuero. Son armaduras que por morfología parecen realizadas para ser eminentemente utilizadas a pie y con una cierta dificultad para su vestimenta, algo que posteriormente se vería mejorado en las posteriores realizaciones evolucionando hacia las kogane-majiri-no yoroi del S.IX. La parte inferior del cuerpo se cubría con una pieza llamada kusazuri a modo de musleras, quedando al descubierto la parte inferior de las piernas cubiertas tan sólo por la vestimenta del pantalón. La parte de los hombros y antebrazos se cubrían con una serie de placas semicirculares y las muñecas por medio de unos brazaletes de hierro a modo de medios cilindros, que vislumbran lo que posteriormente serán los kote protección del brazo. Del mismo modo el casco estaba realizado en hierro hábilmente trabajado con el fin de facilitar el movimiento de la cabeza, y por el cuello se extendían una serie de láminas a modo de gorguera que aportaban protección a la zona. Todo este atuendo se complementaba con un elemento que difícilmente se vería posteriormente, un gran escudo cuyo origen pueda deberse a la influencia continental de China y Corea.
Algo posteriores a las tanko, aunque conviven en el tiempo, son las armaduras llamadas Keiko, de tipo laminar y concebidas para ser utilizadas por la caballería por su mayor ligereza y capacidad de movilidad, ejemplo de ellas son la halladas en algunas de las figuras haniwa de los túmulos funerarios. La fusión de ambos tipos de armadura conducirá a la aparición del yoroi. De la evolución del Keiko y ya a finales del periodo Heian (794-1185), comienzan a verse las primeras armaduras completas tal y como hoy las imaginamos, realizadas a base de láminas de hierro unidas por medio de cuero y ricamente entrelazadas por
cordones de seda que forman un patrón que en muchas ocasiones es identificativo del modelo de armadura, así como también lo es el odoshi o forma de unir las láminas
metálicas con textil. Las Keiko convivieron con el tipo de armadura que utilizaban los soldados de a pie de infantería, armaduras más sencillas que ofrecían una gran movilidad y capacidad de movimiento al usuario, habiendo distintas tipologías como la celebre do-maru y su variante abierta en la parte posterior haramaki-do.
La profusión en el uso de la seda y el textil llegó a ser criticado aludiéndose que tanto tejido podía llegar a ser contraproducente en batalla, pues en esa maraña, en un lance de combate podrían quedar enganchadas armas enemigas o proyectiles, del mismo modo que entre sus recovecos se podrían llegar a generar mohos y parásitos como consecuencia de las humedades y la suciedad de las campañas y los consecuentes problemas que aquello podía generar en un soldado o un regimiento. omo consecuencia de esta crítica a dicho modo de trabajo de la armadura, la historiografía nos deja una división que diferencia entre armaduras anteriores al siglo XVI que abarcaría todas las variantes, yoroi, do-maru, haramaki-do… y las posteriores que pasarían a ser conocidas con el nombre genérico de gusoku, palabra que posteriormente iría adquiriendo un significado más amplio y preciso y que serviría para designar cualquier tipo de armadura completa de origen en el total de su conjunto, independientemente de la época a la que perteneciese.
A partir del siglo XII comenzó a hacerse mayoritario el uso del yoroi por un gran número de samurais, básicamente de los de alto rango, y aunque en origen la palabra identificaba únicamente al do o parte que protege la zona pectoral, con el tiempo su uso paso a referirse a una armadura completa formada por todas las partes de pies a cabeza. Este tipo de armadura podía presentar diseños muy variados en función del tipo de artesanía con la que fuese trabajada, tal y como antes se ha indicado. No obstante y de forma general mantenía una morfología básica legada de su antecesora, estando compuesta por un cuerpo central formado por la unión de las distintas láminas de metal, prestando especial interés en las zonas más importantes a blindar, unidas por el ya nombrado cuero y la seda o el textil. Se componían básicamente del do o protección pectoral, las sode para los hombros, las sune-ate para las piernas, los kote para los brazos, el uwa-obi, el mempo y el kabuto para cara y cabeza. Eran armaduras un tanto rígidas, motivo por el cual su uso quedaba esencialmente restringido a generales y altos mandos por su difícil participación en combate identificándose más con un rango jerárquico y como imagen que infunde respeto y temor. Este tipo de yoroi completa, no fue el tipo de armadura generalizada, come se ha mencionado su papel quedaba relegado a generales o personajes reseñables dentro del organigrama de cada ejército. En el periodo Sengoku, famoso por las guerras internas del país, se optó por el uso generalizado del do-maru propio de la infantería, y que en función de cada guerrero y sus condiciones físicas podía ser complementado por otros elementos, como las sune-ate, el kabuto o los kote, todo ello sujeto a la conjunción de protección y la tan importante capacidad de movimiento, ya que un yoroi completo rondaba los 25-30 kilos y restringía la movilidad.
Con el fin del periodo de entre guerras y la ascensión al shogunato de Tokugawa Ieyasu, la paz del periodo Edo repercutió en la confección de las armaduras del mismo modo que lo hizo en la armamentística. La carencia de guerras en las que pelear hizo innecesaria una producción masiva de armaduras por lo que se dio un giro en su significado, de ser un elemento práctico defensivo incuestionable, pasó a ser un elemento identificativo de poder y estatus y en ocasiones a ser considerado como un elemento meramente artístico. Con motivo de esta nueva concepción de la armadura, se empezaron a confeccionar un nuevo tipo de armaduras más opulentas y sobrecargadas de elementos decorativos, las o-yoroi, cuya función quedaba únicamente destinada a ser vestidas por grandes generales o daimyos en actos ceremoniales y eventos de la corte. La importancia simbólica de este tipo de armaduras poco funcionales llegó a ser tal, que según determinadas fuentes se crearon códigos de cómo vestir y como llevarla como símbolo identificativos propios de cada clan.
Fuente: Consulado General del Japón en Barcelona (España)
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