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Después del diagnóstico de un cáncer de mama primario, las pacientes con riesgo moderado-alto de recurrencia de la enfermedad suelen recibir quimioterapia adyuvante. En efecto, la quimioterapia mejora la supervivencia libre de enfermedad en estas mujeres. Sin embargo, a cambio, aumenta los efectos adversos como pueden ser fatiga, pérdida de función cognitiva, disminución de la función física así como reducción de la calidad de vida.
Además, las pacientes empiezan a adoptar estilos de vida sedentarios, relacionados o no con el tratamiento, que les llevarán a desarrollar atrofia muscular, debilidad ósea y aumento de peso. Estos cambios en la composición corporal de las supervivientes de cáncer de mama aumentarán el riesgo de comorbilidades asociadas a la obesidad, recurrencia del cáncer de mama, fragilidad y fracturas óseas.
En este sentido, estudios previos han demostrado los beneficios del ejercicio físico a la hora de reducir los diferentes efectos adversos secundarios al tratamiento del cáncer de mama y mejorar los resultados clínicos.
Así, se llevó a cabo un estudio (1) en 67 mujeres diagnosticadas de cáncer de mama primario durante la quimioterapia adyuvante en el que se trató de comparar el efecto de un programa de entrenamiento aeróbico, uno de fuerza y los cuidados habituales (no ejercicio) a los que son sometidas este tipo de pacientes sobre el rendimiento físico, la calidad de vida, la fatiga y la función cognitiva.
Ambos programas de ejercicio tuvieron una duración de 12 semanas y se realizaron 2 veces por semana. Todas las sesiones fueron supervisadas y, antes de las mismas, se verificaban las intensidades de acuerdo a las recomendaciones de ejercicio para supervivientes de cáncer del Colegio Americano de Medicina del Deporte.
Respecto a la eficacia de estos programas, los resultados nos hablan de que los grupos de ejercicio mejoraron significativamente la fuerza muscular en comparación con el grupo que siguió los cuidados convencionales. Igualmente, la calidad de vida mejoró significativamente en el grupo de fuerza mientras que en el de aeróbico se observó una tendencia positiva, reduciéndose considerablemente en el tercer grupo. Sin embargo, la resistencia disminuyó en los tres, siendo más acentuada en el grupo de no ejercicio. Además, ninguna intervención se asoció con una mejora en los síntomas de la fatiga. Al mismo tiempo, todos los grupos mejoraron significativamente la función cognitiva, siendo más ostensible en el caso de los de entrenamiento. Por último, en otras variables analizadas, como el dolor y el insomnio, se observó una tendencia positiva en estos dos grupos con respecto a la reducción acaecida en el de los cuidados habituales.
Por tanto, a la vista de los resultados obtenidos, parece que la intervención más óptima en este tipo de pacientes debe combinar tanto entrenamiento de fuerza como aeróbico y siempre de manera supervisada. Asimismo, los efectos beneficiosos observados en este estudio sugieren la necesidad de incluir programas de ejercicio, incluyendo siempre el de fuerza, como parte del tratamiento integral que se ofrece dentro de las terapias anti-cáncer de mama.
Fuente original: http://ipefc.org/el-ejercicio-fisico-en-el-tratamiento-del-cancer-de-mama/
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