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Entrar a un dojo por primera vez no es cosa menor. Requiere cierto coraje colocarte en un espacio que proporciona poco, o ningún sentido de familiaridad. Todo el mundo excepto tú parece saber lo que está haciendo, y desde tu posición, también parecen bastante buenos. Se dicen palabras que no entiendes, se adoptan posturas que tú no puedes hacer, y mientras sucede todo eso, el reloj de la pared parece avanzar a paso de tortuga.
Aunque es difícil superar ese primer obstáculo, desde hace mucho que la segunda valla resulta ser el reto más difícil. Aparece más o menos al mes de haber entrado por primera vez en el dojo, las palabras extrañas ya no son tan extrañas, y las posturas son un poco menos difíciles de hacer. El entrenamiento se ha vuelto más agradable, y por eso, el reloj de la pared parece que va más rápido.
El segundo obstáculo es menos evidente que el primero, atrapa a más gente, y al parecer es gracias al ego. Como ya no te sientes “el nuevo”, te relajas un poco, y empiezas a pensar en progresar… esos cinturones de colores tienen una pinta estupenda, ¿verdad? Y “sensei” dice que puedes cambiar de cinturón cada tres o cuatro meses… ¡si entrenas duro! Así que, entrenas duro, pero no estás entrenando con sinceridad, estás trabajando hacia un objetivo superficial: ¡un cinturón!
Los cinturones, y trozos de papel, han reemplazado la habilidad física y la madurez moral como forma de progresar. El resultado es un mayor número de karatekas con alto grado y poca habilidad que se aferran con fuerza a opiniones basadas en una experiencia muy superficial. No es únicamente un problema de occidentales… es una situación bien asentada en Japón y también Okinawa. La popularidad se ha convertido en una especie de cáncer para el Karate.
Cuando entras por primera vez en un dojo para empezar a entrenar Karate, es importante que continúes. Sin atajos disponibles, aceptas, y esperas, que tu compromiso será regular. La mayor parte del valor que espera ser descubierto en el Karate sólo empieza a hacerse ver después de décadas… no años, ni meses; se vuelve evidente cuando ha pasado tiempo suficiente, y cuando se ha realizado esfuerzo suficiente, y ni un día antes.
Continuar es importante, para poder llegar a entrever, de forma más clara, tu propia naturaleza…
Fuente:
“Finding value in what you do…”
Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Michael Clarke]
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maravilloso
Cuando comencé a hacer karate, creo que ya tenía su espíritu adentro. No me resultó difícil ni ajeno, era realmente feliz en el dojo, y cuanto más dura la práctica, mejor me sentía. Los problemas que pudiera tener fuera de lugar de práctica desaparecían ni bien subía las escaleras que llevaban al piso, y veía el tatami. Jamás olvidaré sus olores, el retumbar de sus maderas y aquella atmósfera vaporosa de los sudores.
Recuerdo que apuraba el paso cuando escuchaba desde la calle los kiai de los compañeros, ansioso por llegar y comenzar la ceremonia de ponerme el karategui.
Si debiera elegir un lugar para morir, sería el dojo, en una gran clase ensordecedora.