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A menudo nos preguntamos por qué la gente se aferra a ciertas partes de la cultura del Karate y abandonan otras. El sistema de grados, por ejemplo, aunque es una incorporación al Karate bastante reciente, pocos parecen estar dispuestos a renunciar a los cinturones… a pesar de que desde hace mucho han dejado de servir el propósito para el que fueron introducidos originalmente.
El tiempo pasa, supongo, las cosas cambian, y lentamente, mucho de lo que solía ser práctica habitual en Karate va desapareciendo; el arte se ha ido apartando de su propósito original, dando lugar a nuevas ideas y formas de pensar, y por consiguiente nuevas formas de involucrarse en él; pero, ¿puede considerarse progreso todo lo que ha cambiado en el Karate? Por cada cosa que se gana, también algo se pierde… ¿Verdad?
Nadie puede discutir que actualmente hay cien maneras distintas de involucrarse en el Karate; ¿pero puede decirse que cada una de ellas tiene mérito? El hecho de saltar arriba y abajo en keikogi, decir «oss» y saludar a diestro y siniestro, mientras asesinas la lengua japonesa con tu acento local, ¿te convierte eso en un karateka?
Si el Karate existe hoy, no lo vas a encontrar en grupos que ponen su energía en crecer y hacer marketing, sino adhiriéndote al simple acto de entrenar con buen corazón.
Fuente:
«Kokoro…the heart of karate»
Traducción al castellano: Víctor López Bondía [Con la autorización de Michael Clarke]
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